- El Pueblo y sus valores humanos
Por Nazario de León Robayna -
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Pensé poner mi corazón, con una cinta morada, encima de la montaña más alta del mundo, para que, al levantar la frente al cielo los hombres viesen su dolor hecho carne, humanado.
												
												En estos momentos no se me 
												ocurre nada más que decir sobre 
												este pueblo. Estoy viendo desde 
												aquí unos hombres que saben de 
												su futuro, que piensan en su 
												mañana. Helos ahí, de pie, 
												firmes, robándole horas, días a 
												su trabajo para que ese futuro 
												sea mejor, más digno. He aquí el 
												gran valor de estos hombres 
												serios, rudos, secos por fuera 
												como la tierra misma, pero tan 
												llenos de humanidad , 
												tan repletos de amistad y del 
												sentido del deber que nos 
												recuerda a los grandes hombres 
												de la historia- No, no son seres 
												superiores, no son personas 
												diferentes, son gentes que han 
												comprendido el valor de la unión, 
												del trabajo en grupo. Son los 
												hombres, es el pueblo quien se 
												ha puesto en pie para que no 
												falte la tan deseada 
												electrificación del pueblo, la 
												luz en cada hogar. Muchos han 
												sido los postes eléctricos que 
												han levantado esas manos 
												acostumbradas al arado y a la 
												tierra seca. Muchos metros de 
												cable fueron saliendo de las 
												manos de estos hombres. Era el 
												afán de superación, el deseo de 
												mejora común, quienes tensaron 
												esos hilos de cobre.
, 
												tan repletos de amistad y del 
												sentido del deber que nos 
												recuerda a los grandes hombres 
												de la historia- No, no son seres 
												superiores, no son personas 
												diferentes, son gentes que han 
												comprendido el valor de la unión, 
												del trabajo en grupo. Son los 
												hombres, es el pueblo quien se 
												ha puesto en pie para que no 
												falte la tan deseada 
												electrificación del pueblo, la 
												luz en cada hogar. Muchos han 
												sido los postes eléctricos que 
												han levantado esas manos 
												acostumbradas al arado y a la 
												tierra seca. Muchos metros de 
												cable fueron saliendo de las 
												manos de estos hombres. Era el 
												afán de superación, el deseo de 
												mejora común, quienes tensaron 
												esos hilos de cobre.
No me gustaría que esto fuera otro canto más a la labranza a unos hombres cualquiera, de cualquier pueblo. Mi intención es reconocer, desde aquí, el esfuerzo, la sencillez, la unión de unos hombres acostumbrados a vivir en una tierra huraña, muerta de sed y de frutos, viviendo en un presente a veces no muy agradable pero si esperanzador.
Sé que no siempre es fácil dejar nuestros deberes, olvidarnos un poco de nosotros mismos para volcarnos de lleno sobre el pueblo, sobre la comunidad. Pero un día se dieron cuenta y creyeron que lo mejor era el lanzarse, el arriesgarse, el unirse y adelantarse a una época que aún no llegaba, que tardaba en alumbrarles. ¿Qué haría falta para ello? pensaron. Vieron las ventajas, los inconvenientes, pero así y todo la cosa no parecía clara. ¿Valía la pena seguir esperando? era una pregunta que rondaba en todas las cabezas. Por fin, un día cualquiera, a cualquier hora sin propaganda, tan sólo con esperanza y fe en el futuro, se lanzaron a la calle, echaron sus voces fuera del pueblo, y dijeron que querían la luz. ¿Cómo así? Habría que pagar grandes cantidades de dinero. Mal problema. Nunca estuvieron sobrados de tal cosa. ¿Cómo entonces solucionar el problema? Alguien pensó — puede que fueran todos a la vez—: si el pueblo, las gentes dejáramos de vez en cuando nuestras tareas, y, ayudáramos a quienes harían la electrificación, saldría más barato. Buena idea. Nuestro trabajo desinteresado evitaría un gasto de dinero que nos faltaría para otras cosas.
												
												No estoy ensalzando, re pito, 
												a unos hombres sin ningún 
												sentido. No es mi intención 
												hacer un poema sobre cosas sin 
												importancia, sobre hombres que 
												no han sobresalido en nada- 
												Sería un absurdo. Quisiera que 
												esto sólo fuera el reflejo, el 
												más honrado reflejo de la vida 
												de unos hombres que han visto su 
												sudor, su dolor hecho carne, 
												humanado.
pito, 
												a unos hombres sin ningún 
												sentido. No es mi intención 
												hacer un poema sobre cosas sin 
												importancia, sobre hombres que 
												no han sobresalido en nada- 
												Sería un absurdo. Quisiera que 
												esto sólo fuera el reflejo, el 
												más honrado reflejo de la vida 
												de unos hombres que han visto su 
												sudor, su dolor hecho carne, 
												humanado.

 
  
																	
																	
