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Fuente:  Litoral

Nº 31- Mayo 1995

 

 

 

 

 

 A MI MADRE

 

Germen cuajado en volcán de mi tierra

ausente en la memoria de los años,

solo fui escalando etapas, peldaños

de mi vida, a veces vida perra.

 

Hoy sigo mi camino en plena guerra

de ideales y amor y desengaños

dejando al paso los sudados paños

del incierto andar... siervos en la sierra.

 

Pero frente a tormentas y avatares

tuve siempre el coraje de mis lares

estructurado en las rocas de mi alma.

 

Lejos del cielo conejero en calma

tú conmigo vas siempre, madre mía,

en mi marcha, mi lucha, mi agonía...

 

 

A MI HIJA

 

Antes de nacer ya te presentía,

el corazón me anunciaba tu arribo,

hoy por ti yo me redoblo en lo activo

luchando a brazo abierto y a porfía.

 

Mi alma en tu alma arde. Oh Alejandra mía,

como la aulaga seca, como el vivo

resplandor de un astro fugitivo,

como un grito áurico en la noche fría.

 

Tu mirada, tus ojos, tu cabello

son para mí del mundo lo más bello,

y tu frente, tu boca, tu sonrisa

 

son como el céfiro, como la brisa

suave que mece rojas amapolas,

como el rumor del mar y de las olas.

 

 

A MI ISLA

 

Molino, camello, aljibe y palmera

fueron de mi isla el antiguo elemento,

hoy todo es sueño en la banal quimera,

codicia y logro montado en cemento.

 

Queda como razón perenne el viento

que azota el monte y bate la pradera,

protesta airada del fuerte argumento

que guarda en lo hondo el alma conejera.

 

Desde allá, Lanzarote atormentada

me llega al destierro tu llamada.

 Volveré. Me abrazaré a ti en la hondura

 

de tu alma y gritaré frente al espanto

de ver tanta invasión, tanto quebranto

de tus costas, tus playas, tu llanura.

 

 

No se caracteriza Leandro Perdomo por su obra poética. Es más, él mismo nunca se consideró poeta. Escribía poesía, sobre todo sonetos, para entretenerse, como él mismo afirma. Sin embargo, debo confesar que cuando leí por primera vez los seis sonetos publicados en su libro Desde mi cráter me atrajo la fuerza con que estaban escritos y comencé, más por curiosidad que por otra cosa, a interesarme por su obra poética. Pero fue después, cuando comenzamos a recopilar las poesías de los escritores lanzaroteños para nuestro libro Acercamiento Poético cuando nos dimos cuenta de la "seriedad" con que están escritos sus sonetos.

 

Sea como fuere no es este el tema -aunque material hay más que suficiente- que nos trae ahora, aunque debo reconocer que este pequeño trabajo es, apenas, un bosquejo de lo que podría ser un trabajo más serio.

Tal vez para meternos de lleno en el tema convendría dividir los sonetos entres grapos: los escritos en el 58 y que él llamó después de ilusión, los escritos en el 59 y que llamó de pasión y los escritos en el 60 del que sólo hemos podido localizar dos poemas.

 

Los tres primeros llamados de ilusión son, a mi parecer, los de menor embergadura poética. Los primeros tal vez. Todos tienen la misma marca: la triple concatena­ción de sustantivos para ampliar, con tres ideas distintas pero relacionadas semánticamente, la idea principal del soneto localizada en el primer o segundo terceto. Veamos: en el poema dedicado a su madre el poeta cierra el soneto con el tema que es, a su vez, una conclusión: el amor a su madre.

 

Lejos del cielo conejero en calma

tú conmigo vas siempre, madre mía,

Esta idea, alrededor de la cual giran todas las demás, se amplía con el último verso:

en mi marcha, mi lucha, mi agonía...

Lo mismo podemos decir del soneto dedicado a su isla:

Volveré. Me abrazaré a ti en la hondura

de tu alma y gritaré frente al espanto

 de ver tanta invasión, tanto quebranto

de tus costas, tus playas, tu llanura.

 

O del dedicado a su hija:

 

Tu mirada, tus ojos, tu cabello

son para mí del mundo lo más bello,

Y tu frente, tu boca, tu sonrisa

son como el céfiro, como la brisa (...)

 

Esta reiteración no la volvemos a encontrar en nin­guno de los poemas restantes. No debemos olvidar que entre unos y otros han pasado posiblemente cientos de borradores, miles de tachaduras, pues fue durante esta época cuando don Leandro Perdomo escribe toda su obra poética.

 

 

Los temas también son diferentes. Los recuerdos de las cosas queridas conforman los temas de los primeros sonetos: su madre, su hija y su isla. Aunque los titula De ilusión en su libro' 'Lanzarote y yo ", no encuentro en ellos nada que tenga referencia directa con la ilusión, con su ilusión. En ellos encuentro, más bien, el amor -a su madre, a su hija y a su isla- y menos intensamente la queja, la protesta o el incontenido encono del que habla en el libro ya citado. Veamos. El soneto A mi madre está sustentado en tres bases, cada una de ellas corresponde a una estrofa distinta: el pasado solitario y doloroso, el presente incierto y aguerrido y, por último, la fuerza que le anima a seguir luchando. Estas tres ideas son absorbidas, en la última estrofa, por la idea principal: es el amor a su madre el que le hace superar, vencer cada etapa, cada peldaño de su vida, a veces vida perra. Y es aquí donde encontramos por primera vez en el soneto la palabra madre, más concreta­mente madre mía, es casi un grito, una llamada frente a esa soledad que le cubre lejos del cielo conejero en calma. Pero es mi marcha, mi lucha, mi agonía..., en este orden, lo que le hace clamar por su madre, amarla en el dolor y en la distancia, pues de ella toma el coraje para afrontar las tormentas y avatares de su guerra particular.

 

En el soneto dedicado a su hija el esquema estructural es distinto, puesto que se sustenta en una sola idea que se va ampliando a lo largo del poema, siguiendo una linealidad temporal: el antes y el ahora, deteniéndose, sobre todo, en el ahora. No falta en este soneto el reiterado recuerdo a su lucha a brazo abierto y a porfía, pero es el recuerdo de su hija, -oh Alejandra mía,-el que cubre todo el poema. Aquí la relación autor-hija es recíproca:

hoy por ti yo me redoblo en lo activo (v. 3)

Mi alma en tu alma arde, (v. 5)

Tu mirada, tus ojos, tu cabello

son para mí del mundo lo más bello, (vs.9-10)

 

El autor ha puesto en los dos tercetos la fuerza mayor del poema, pero desde mi punto de vista creo que no lo consigue plenamente, pues, en realidad, se queda simple­mente en una enumeración más o menos íntimista del rostro de su hija, sin fuerza real. -La fuerza con la que comienza el soneto va perdiéndose poco a poco a medida que se va leyendo el poema.

 

El poeta en las dos primeras estrofas, plantea una relación padre-hija basada en el amor y en su afán por defenderla luchando a brazo abierto y a porfía, las dos almas se funden mediante el fuego del amor y, utilizando tres comparaciones consecutivas cada una de ellas con mayor intensidad literaria que la anterior, hace que esta gradación comparativa produzca en el lector la sensación de que el amor adquiere, con cada nueva comparación, mayor intensidad: como la aulaga seca, como el vivo resplandor de un astro fugitivo, como un grito áurico en la noche fría. Pero a partir de ahora el autor se introduce en una descripción de Alejandra muy simple, haciendo, sin un orden aparente, una relación de los "elementos" que componen su rostro. El poema, así, parece colgado, como si no estuviera terminado, como si le faltara el estrambote.

 

El tercer soneto, A mi isla, es, tal vez el más completo desde el punto de vista literario, aunque, como bien dice el autor, la rima de los dos primeros cuartetos no es la recomendada según las reglas clásicas españolas. El poe­ma tiene, al menos para mí, una doble vertiente para comentar en este trabajo: por un lado la validez actual de su contenido; podría haber sido escrito en el 89 o en el 95, por otro, su perfección literaria.

 

Está el soneto sustentado, como los dos anteriores, en tres pilares básicos. El primer cuarteto introduce la idea del enfrentamiento entre el pasado -Molino, camello, aljibe y palmera- y el presente -codicia y logro montado en cemento-. La segunda estrofa es una protesta airada del autor que se metamorfosea en el viento, que a su vez se convierte en el símbolo del alma conejera. A partir del primer terceto el autor pasa a ser, junto con la isla, el centro del poema. El verbo pasa ahora a primera persona y es él quien queda convertido en el defensor de tanta invasión, tanto quebranto. Estas dos últimas estrofas que, siguiendo este esquema de trabajo, corresponderían al tercer pilar del que hablé arriba, tiene, a su vez una doble división temporal: el presente que es la fusión de una Lanzarote atormentada y el destierro del poeta, tema este último que encontramos en casi toda su obra poética, pues fueron escritos en momentos de desgarradora desespe­ranza; en instantes abandonados; en horas lentas, pesadas, nostálgicas de mi existencia... Es, quizás, esta unión del poeta desolado y de una tierra “atormentada'' lo que hace que el poema adquiera esa hondura, esa intensidad que llega a su culmen en los cuatro últimos versos. Volveré, dice el poeta. Nada más. Este verbo solo, aislado del resto por un punto expresa la seguridad que tiene el poeta en su regreso. Abandonar el destierro, la dolorosa soledad del que se siente lejos de algo que realmente ama. Sabe que nada lo detendrá, ni la muerte, e, inmediatamente después, uniendo mediante un afortuna­do encabalgamiento las dos últimas estrofas, se unirá a la isla desde lo más profundo de su espíritu.

 

 

 

 

 

 

 

 
NAZARIO DE LEÓN ROBAYNA

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