HISTORIA/
Datos históricos
“Por la huerta de arriba, el norte de la isla, el cine tardó en echar raíces y persistió errante de pueblo en pueblo. Al pionero Antonio Mesa le siguió un cinéfilo de pro, Francisco Rodríguez Toledo, que sacó en Las Palmas la licencia de operador de cine y trabajó en La Isleta. Puntualiza aquí Juan Perdomo que estas licencias las concedían los distribuidores y se las regalaban a los exhibidores porque de otro modo no les alquilarían las películas. Consistía en un sencillo examen que se realizaba en Las Palmas cuando se reunía un cupo suficiente de aspirantes: corregir un desenfoque, cargar una bobina y algunas pocas cosas más. Pero la licencia era un requisito indispensable para evitar multas o incluso la clausura de la sala. El cine de Wanden, sin ir más lejos, se cerró porque carecía de licencia para proyectar.
Paco Rodríguez no necesitó padrino para obtener el permiso. Lo hizo porque era la ilusión de su vida. Viviendo en Las Palmas era capaz de ver tres o cuatro películas diarias corriendo como un descosido por toda la ciudad, de punta a punta, para llegar a tiempo a cada pase. En Lanzarote se acompañó de Luciano Rodríguez, su padrastro, para realizar proyecciones por los pueblos según el mismo sistema de “estrenos simultáneos”: empezar con una bobina en Haría para llevarla acto seguido a Máguez, a Ye, a Mala, o a Órzola, y volver a empezar. Esta gira implicaba un esfuerzo mayor si cabe que la del sur. Incluía también Tao y Guatiza. Curioso es que estos ambulantes se respetaban sus zonas de influencia sin interesarse por las de los demás. Por las fiestas del Carmen, se desplazaban hasta La Graciosa, y en verano las películas llegaban a Arrieta y se proyectaban en la playa sobre una sábana blanca. Cuando llegó el cinemascope al cine ambulante las películas se anunciaban como de “sábana completa” por la extensión que ocupaban al ser proyectadas.
El sueño de Paco fue construir un cine propio para el que ya había previsto un nombre: el “Cinema Olalla”. Puso todo el empeño en adquirir un solar en Haría sobre el que construirlo desde muy principios de los sesenta. Mientras tanto se conformó con sesiones en el Salón de Ginesa, actual supermercado de la Plaza. A Paco se lo recuerda pendiente siempre de las reacciones del público. Nada le satisfacía tanto como que la audiencia prorrumpiera en carcajadas ante una escena cómica o se sumiera acongojada ante un drama.
Cuando el sueño se hizo realidad habían pasado más de diez años. La falta de medios obligó a recursos como insonorizar las paredes forrándolas con cartones de huevo que Paco ya había conocido en Las Palmas en cines de reestreno. Como aislante seguramente fue un mito, pero al menos contribuía a que el sonido no reverberara. El mismo sistema se aplicó en el “Cine Toledo”, el último de los cines de Arrecife que abrieron en 1974, en el barrio de Altavista, Luciano Rodríguez y la madre de Paco, Carmen Toledo. A falta de unos días para la inauguración del “Cinema Olalla”, Paco falleció de un infarto fulminante. Corría el año 76. Un tío suyo, Román Rodríguez, volvió de Las Palmas para continuar su obra. En Haría se lo conoció como el cine de don Paco hasta que cerró a los pocos años, en 1979.
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El inmueble del “Cinema Olalla” lo comparten hoy un restaurante y una academia de idiomas en Haría. En un cuarto trastero junto a la academia todavía pueden ser admiradas y tocar con las manos las paredes forradas con cartones de huevo.”