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La defensa del territorio

Nacer en un determinado lugar  y vivir durante la primera etapa marca al individuo haciéndole sentir un apego al lugar que si se prolonga en el tiempo, puede convertirse en lo que llamamos, para los animales, "la defensa del territorio" que en los animales consiste en no dejar invadir su zona y para las personas, en sentir una cierta antipatía por todos aquellos elementos que no siendo del lugar, vivan  en él e incluso lo defiendan.

Es bueno sentir un cierto orgullo de pertenecer a tal o cual sitio, pero ese exacerbado rechazo a todo lo ajeno ya no es tan bueno. Estimo que el acto de nacer en uno u otro lugar es un accidente involuntario del individuo y lo que realmente apega es la convivencia y el cariño que se le va tomando a las cosas.

Cuando yo tenía dieciséis años, pidió destino mi padre como Secretario del Ayuntamiento de Haría en Lanzarote; mis hermanos prácticamente se criaron   en el pueblo pero yo estudiaba en Las Palmas de Gran Canaria y solo en vacaciones permanecía con mis padres. Quizás por pillarme en la edad de pubertad o porque las gentes de Haría tenía algo especial, a mí me caló el sentimiento de cariño y recuerdos afectivos para las gentes y cosas de ese pueblo.

Los primeros pantalones largos me los puse en Haría y por primera vez fui al baile. También, por primera vez hice amigos que por miedo a no recordarlos a todos no los nombro.. pero buenos ratos pasé con ellos... Robábamos las piñas en Tahoyo e íbamos a asarlas a la gañanía de Pacheco en la Vista La Vega, allí entre copa y copa de vino en fermentación de las pipas de Pacheco, le sacábamos el cuero a todas aquellas parejas que el domingo anterior habíamos visto "apalancadas" en El Canuto (Sociedad del Pueblo). Me parece oír las sonoras carcajadas de Juan Perdomo que contagiaban a otros asistentes más secos, como Oscar Torres y Juan Domingo Betancort. Por cierto Oscar, Juan Domingo y yo, le teníamos una cierta "simpatía" al cura Don Enrique Dorta.. no le creíamos cuando iba a predicar a la Iglesia de Teror para la fiesta de los Abogados y le oíamos por la radio nombrando a Haría con el adjetivo del "Valle de las diez mil palmeras". Nos mofábamos del cura tachándole de mentiroso porque nadie había contado las palmeras y un día decidimos hacerlo nosotros. Juan Domingo como Perito Agrícola confeccionó un plano por parcelas y los tres, Oscar Torres, Juan Domingo y yo, comenzamos por el Rincón de Haría y terminamos a la punta de abajo de Máguez, dándonos un resultado de nueve mil ochocientas treinta y dos palmeras.. Tenía razón el cura con su adjetivo porque era la época en que algunos agricultores se dedicaron a romperle los cogollos a las palmera y ponerles gasoil para secarlas ya que no podían cultivar el tabaco junto a ellas. (Todo esto ocurría en el año 1.963).

En otra ocasión estábamos reunidos en el Bodegón de Feliciano, era una tasca acondicionada en un garaje que ni si quiera piso tenía; una ligera capa de picón cubría el suelo. En torno a unas mesas estábamos sentados un grupo de amigos (Nicolás y Paco Reyes, Segundo y Cristín Rodríguez, Oscar Torres, Juanito el del Alcalde, Manolo Perdomo, Domingo Pérez, Laureano, Ladislao el mudo y yo). Estábamos todos los que en distintas ocasiones habíamos recorrido La Cueva de Los Verdes, desde su inicio hasta la salida próxima al volcán de la Corona, junto al camino que conduce a Yé y Órzola, justamente en la bifurcación. Nicolás y Paco Reyes habían sido los pioneros pero a medida que iban repitiéndose las visitas se incorporaban nuevos elementos, hasta que se consolidó un grupo que, habitualmente, salíamos juntos para hacer escarceos espeleológicos. A propósito de la palabreja; en una ocasión visitó Lanzarote un grupo de espeleólogos catalanes que, enterados que nosotros nos habíamos metido en la cueva de Los Verdes más de una decena de veces, nos pidieron que les acompañásemos en el recorrido por el interior del tubo volcánico y así lo hicimos. Una vez más preparamos las linternas, y hachos ("jachos") de trapos empapados de petróleo para acompañar a los ilustres visitantes. Unas semanas más tarde salieron unos artículos en los principales periódicos del País (La Vanguardia, El ABC. etc.) con títulos alusivos a que unos espeleólogos catalanes habían descubierto las cuevas volcánicas más largas del Mundo y a nosotros, ni nos nombraron.

Bueno, como decía al principio, sentados en torno a las mesas del Bodegón de Feliciano, aquel día se trataba de organizar un nuevo viaje, esta vez a la "Vuelta de Abajo". Había un cráter por la parte izquierda de  la carretera que conduce de Tinajo al Islote de Hilario en Las Montañas del Fuego, que según la leyenda por él solo salió vapor de agua; sus paredes son completamente lisas como si se tratara de un encalado perfectamente floteado. La curiosidad nos embargaba y planeamos el viaje para explorar el cráter en cuestión. El Cabildo Insular de Lanzarote nos dejó unos telefonillos manuales, cascos con lámpara incorporada y sogas.. y en un Land-Rover iniciamos la expedición; casi hasta la boca del cráter llegamos en el vehículo y comenzamos a preparar la indumentaria.. cascos, telefonillos y soga eran los elementos fundamentales. Paco Reyes por ser el más ágil, el más ligero de peso, y el más curioso, fue el primero en descender a la sima; recuerdo que al principio era un foso de unos tres metros de diámetro y seis o siete metros de profundidad donde había una plataforma o escalón y después continuaba el agujero con una vericalida casi perfecta. Se iniciaba con un diámetro de unos dos metros y a medida que se ahondaba se iba estrechando.. Cuando Paco Reyes había hecho las primeras observaciones, me amarraron a mí con las sogas e imitando en lo posible las instrucciones del experto, me bajaron detrás.

Desde que rebasamos el primer tramo del foso, la oscuridad era absoluta, de tal modo que las lámparas del casco apenas alumbraban, las paredes negras y la oscuridad absorbían la luz,. Los de la superficie soltaban soga a medida que bajamos; Paco avanzaba describiendo a la perfección lo que iba observando: Paredes completamente lisas que hasta resbalaban y se nota una corriente de aire que nos indica que debe existir comunicación con el exterior por otra parte pero el tubo se estrecha cada vez más.. Cuando los de la superficie habían soltado sesenta y siete metros de soga, completamente otro pequeño escalón donde yo me quedé y siguió Paco reyes hasta donde la estrechez se aproximaba al calibre de su cuerpo, esto sucedía cuando habían soltado noventa y seis metros lineales de soga. Comprobando que allí no había más que hacer, por los telefonillos, dimos la orden de que nos izaran a la superficie; las dificultades surgieron desde el primer momento.. intentaron tirar de la  soga de Paco y no era posible.. tantos metros de soga con el peso del cuerpo era mucho para los ocho compañeros que había arriba. Ante el apuro de la situación y la experiencia y agilidad de Paco, podemos asegurar que él salió por sus propios medios; aprovechaba el balanceo de la cuerda para poner un pié acá y otro allá y ascender sin rozarse en las paredes. Cuando se cansaba enrollaba la soga en uno de los pies a estilo trapecista y descansaba.

Ya él había llegado al exterior cuando me tocó a mí.. intentaba hacer lo mismo que Paco pero mis fuerzas pronto comenzaron a flaquear y los de arriba no podían tirar por mí y decidieron amarrar la soga al Land-Rover y alegóricamente remolcarse. La cuerda con el roce en la boca de la sima se estropeó toda y yo salí como un crucificado.; con el ruido del coche no oían mientras yo aterrorizado gritaba puesto que al ascender iba dándome golpes en las paredes a diestro y siniestro.

Don Pancho, un excelente caballero afincado en Tiagüa y casado con la farmacéutica de Haría que moriría más tarde en un accidente de coche entre Guatiza  y Mala, nos fue a encontrar y viéndome atemorizado y lleno de golpes, nos metió en su bodega de Tiagüa y allí no solo se me olvidaron las penas sino que me quedé dormido y llegué a Haría durmiéndola (esto sucedió en  el verano del año 1.964).

Cuando recordaba a Don Pancho y la Farmacia de Haría me vino a la memoria otra vivencia curiosa. Elisa Álvarez Obaya es una asturiana farmacéutica que recién terminada su carrera, se vino a regentar la Farmacia de Haría, como el trabajo era poco dedicaba parte de su tiempo a preparar la tesis de su carrera y concretamente le habían señalado un estudio sobre los alcoholes. Yo había tramado gran amistad con Elisa y me pasaba de vez en cuando por la farmacia para verla haciendo experimentos en el laboratorio. En aquellos días habían muerto varias personas de una forma casi repentina; se quedaban ciegas dos o tres días y después morían. María Cerpa la sepulturera del pueblo fue una de las victimas y la manera parecida de morir inquietaron a Elisa que a su vez era amiga del médico.

Un día me dijo Elisa: Hermenegildo, una de las características del alcohol metílico es que es venenoso y los síntomas son que el veneno ataca directamente al nervio óptico dejando a las personas ciegas y si la dosis es mucha mueren.. ¿Por qué no vas a la tienda de fulano y de mengano que es donde se echaba los pizcos de ron María Cerpa y compras una botella? Así lo hice y cuando volví comenzó Elisa a hacer los análisis que repitiéndolo una y otra vez no salía de su asombro..si después  de todos los componentes que vertía daba un liquido de color vino blanco se trataba de alcohol etílico y si el color era tirando a violeta se trataba de alcohol metílico. Todos los análisis le daban color violeta con lo cual quedaba claro que el ron habían sido hecho con alcohol metílico o alcohol venenoso de lo cual dio cuenta inmediatamente a las autoridades competentes y enseguida ordenaron retirar el ron del mercado cuando ya se habían producido decenas de victimas en Lanzarote, La Gomera y Galicia que fue de donde procedía el letal brebaje. Por tan valiosa labor humanitaria Elisa fue condecorada y destinada a la Jefatura de Sanidad en Las Palmas de Gran Canaria donde permanece.

Haría   es el Municipio más pintoresco de la Isla de Lanzarote, situado en la parte norte con una extensión superficial de ciento siete kilómetros cuadrados y en aquella época contaba con una población de unas cinco mil almas; lo constituyen los caseríos de Máguez, Mala, Yé, Tabayesco, Guinate; Arrieta y Órzola. El Casco urbano de Haría se halla a una altura de 270 metros sobre el nivel del mar y dista de Arrecife veintiocho kilómetros.

Estas y otras innumerables anécdotas me unen al pueblo de las diez mil palmeral.