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Fuente: Libro PATRIMONIO HISTÓRICO DE CANARIAS

               

            Uno de los hallazgos más llamativos del mundo aborigen de Lanzarote lo representan las llamadas queseras, a las que se les ha dado las más variadas interpretaciones, algunas poco sustanciosas, en parte por sus características y por lo que tienen de novedoso en el mundo prehispánico del archipiélago.

           Son manifestaciones rupestres donde se han labrado una serie de canales longitudinales y para­lelos, algunas veces ciegos, otras libres y en otras han sido subdivididos en pequeños compartimentos rectangulares. Están realizadas en grandes bloques basálticos, dispuestos en horizontal, y a los que, previamente, se les ha eliminado la capa externa o coriácea, de tal forma que su labrado se produce en la capa inmediatamente inferior.

            Aunque hay referencias de la existencia de, al menos, cinco queseras en la isla, en la actualidad han desaparecido dos, una localizada en las inmediaciones de la Montaña de Mina, posiblemente relacionada con el pequeño poblado existente a su pie, y la otra en el antiguo poblado de Ajei, ambas en el término municipal de San Bartolomé.

            En cuanto a las conservadas, hay una en las proximidades del poblado de Zonzamas con el que evidentemente habría que relacionarla, y las otras dos se encuentran en el Malpaís de la Corona, probablemente conectadas con el asentamiento vecino de los Tornajos.

            La conocida como Quesera de Zonzamas se sitúa en un pequeño altozano, al pie de la montaña de Zonzamas, con una posición geográfica y de control del territorio muy estratégica. Se trata de un gran bloque de basalto poroso de 3,90 m. de diámetro máximo, donde se han labrado cinco canales, orientados al noroeste, a lo que se ha de añadir una prolongación en su sector oriental, de un metro. Una de las paredes que establecen la separación entre el primer y el segundo canal está fragmentada en tres, de la que se con­serva un tercio, aproximadamente. La pared más occidental se prolonga curvándose a lo largo de toda la superficie oriental y meridional de la estructura. Todos los canales son ciegos por ambos extremos.

            En sus cercanías se encuentra la Peña del Majo, que es una estación con manifestaciones rupestres de tipo podomorfo.

            En cuanto a las dos queseras que se encuentran en el Malpaís de la Corona, se las conoce como de Bravo y Nueva. La primera, relativamente mal conservada, está situada al oeste de los Jameos del Agua, a la altura de Punta Usaje, con una cota de 25 m. sobre el nivel del mar. En ella los canales están completos, con una orientación norte-sur, y casi horizontales. Aunque está muy alterada, junto a ellos existen cuatro grandes losas, con sus superficies pulidas.

            El canal oriental, que es ciego en un extremo y libre en el otro, está subdividido en cuatro compartimentos de baja altura, de tal manera que los tabiques de separación no llegan al borde del canal sino hasta la mitad de su altura, aproximadamente. Por último, conviene señalar que en el bloque más occidental aparece una perforación de tendencia circular que la atraviesa y llega hasta el suelo del terreno.

            Al este de la Quesera de Bravo se encuentran restos de otra, en pésimas condiciones de conservación y conocida como Quesera Nueva. Se trata de cinco bloques, de los que tres son de menor tamaño y están dispuestos entre los otros dos, mayores. Por su distribución, da la sensación de ser los restos de una estructura de similares características que, por razones desconocidas, una parte ha desaparecido. No obstante, en ellos se puede observar una organización que recuerda a la existente en la de Bravo.

            Como ya se ha comentado con anterioridad, a las queseras se les han dado las más diversas interpretaciones. Así, en unos casos se han vincu­lado con prácticas que expresan un carácter claramente religioso y ceremonial, tales como aras de sacrificio o recintos tipo templo. En otros, las relaciones se establecen con actividades de índole tecnológico y cotidiano, como lugares de molienda, hornos de fundición, etc., cuando no, por último, se han entendido como hipotéticas construcciones derivadas de la captación y almacenamiento de agua, pues se parte de la consideración que debía ser un bien muy escaso y valioso para la población aborigen de la isla. El origen de muchas de estas propuestas está en los paralelos que sus autores entienden que pueden tener con otras construcciones de apariencia tipológica similar, obviándose en muchos casos las diferen­cias tecnológicas, culturales y/o cronológicas existentes entre uno y otro contexto.