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Me he sentado en esta
plaza del bello pueblo
de Haría
una plaza muy estrecha
y larga como una cinta.
Con encanto señorial
de romance y poesía
de casonas con balcones
y cercas con buganvillas
cuyas flores temblorosas
suavemente se acarician.
Con anchos portones
verdes
como de estampas
antiguas,
de color fuerte y
brillante
que a los ojos regocijan
y árboles donde rebullen
pajaril algarabía
con grato rumor de ramas
por el aire removidas
Hay un sosiego de
encanto
En esta Plaza tranquila
Y caen pausadas las
horas
Sobre las baldosas frías.
Recostado en la banqueta,
espero que pase en
tiempo,
que llegue el coche de
línea.
Más el tiempo en esta
Plaza
parece que no camina.
Tras las ventanas y
puertas
trancadas de muchos días
las horas duermen la
siesta
sobre las losas tendidas.
O acaso como museos,
esas viejonas casitas,
guardan entre sus muros
el pasado de la villa.
Casas blancas,
señoriales
con sus verdes celosías,
cual risueñas colegialas
que juegan del brazo
unidas
oyendo cantar las horas
al paso lento del día,
Al borde de la plazuela.
cuadrada geometría,
curiosa, rectangular,
temerosos de la brisa
se alargan los arbolitos |
como soldados en fila
y a buscar soco en las
casas
arropados se inclinan.
Y en lo alto, incansable
el viento,
largo viento de la Isla
al fondo, surge la
iglesia
con su campana y su
esquila,
su torre rectangular
y tu fachada sencilla,
tan luciente de blancura
que huele a cal todavía.
Isla feliz, Lanzarote,
donde la blancura chilla
entre los negros
volcanes
con fulgor de pedrería.
Picón engarzado en nieve,
blancor que en negro
rebrilla.
Y se oyen lejos rumores
de jovenzuelos y risas
y un eco, como un
romance
Cantando en la lejanía.
Un avión, rompe el
dulzor
de la ciudad endormida,
perforando nubes pardas
En sueños que gravita
como el latre de los
siglos
sobre la plaza de Haría.
Y asustadas las palomas,
dan grito locos arriba
y graciosas las palmeras
sus cabezotas agitan
Ruidoso ha llegado el
coche.
Se ha detenido en la
esquina.
Hay un confuso revuelo
de gente que corre
aprisa.
Cual mariposas volaron
sueños e ilusiones
íntimas
Unos vienen, otros van.
Y yo, yo también me iba.
Cruzando diez mil
palmeras
veloz el auto corría.
Una paz llevo en el alma
en mi interior escondida
que me dio la larga
espera
en la Plazoleta de Haría. |