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Dignísimas autoridades, señoras y señores, querido pueblo de Haría…
Cuando el Sr. Alcalde me invitó, para que fuera yo, la pregonera de esta entrañable fiesta de San Juan, me causó una gran sorpresa, pues he visto que a esta tribuna, han subido siempre personas de gran cultura y talante intelectual, y yo… una simple “panadera” que no se considera capacitada para este cometido.
Lógicamente, lo primero, lo inmediato, fue negarme. Es demasiada responsabilidad para mis años.
Pero considerando la valentía del Sr. Alcalde de Haría, que no reparó en esta invitación a mi persona, me he llenado también de valor… y aquí me tienen, con la inseguridad y el peso de mis ochenta y ocho años, pero contando con la compresión y la amabilidad de todos ustedes.
No va a ser este pregón, un material erudito, donde los amantes de la historia vayan a encontrar, datos inéditos de nuestras fiestas y nuestros pueblos.
Tampoco encontrarán, aquí, un trabajo científico, filosófico, social o de investigación histórica.
La “PREGONERA”, de poca voz, sólo intentará pregonar, en voz alta, recuerdos borrosos, que llenaron sus días y que ilusionaron su vida en el pueblo de Haría, nuestro pueblo.
Cuando me senté para ordenar e hilvanar estos recuerdos, borrosos por los años, pero llenos de vivencias y sentimientos personales, me dije: Encarnación, ¿tú crees que esto se puede pregonar?. ¿Se puede pregonar las vivencias ordinarias, de todos los días?. ¿Tengo yo, en mi historial personal, material extraordinario, de mi pueblo, que pueda yo pregonar?.
Sinceramente, creo que no… y al mismo tiempo, creo que sí…y creo que sí, porque vivencias, pueden ser vuestras vivencias, y recordando (recordar es volver a vivir) podamos juntos pasear en la historia cotidiana de nuestro pueblo de Haría. Historia que podemos confrontar con la actualidad, someramente, y así entre todos, ver el cambio (evolutivo?). Que ha tenido este tan querido pueblo.
Hoy, en esta generación de la tecnología, no sería difícil ir coleccionando en video, datos que serán historia el día de mañana, acontecimientos de nuestro pueblo, que servirán para un pregón mucho más ameno que éste.
Pero para ir desvelando o revelando las imágenes impresas, en esta mi memoria cansina, podríamos titular este pregón como MIS RECUERDOS.
Y recordando, haríamos una comparación, no odiosa, de mi ayer y nuestro hoy.
Ayer de nuestras fiestas de SAN JUAN, que comenzaban con el novenario en la Ermita del Santo, y que el día de víspera, era trasladado en procesión a la Iglesia Mayor.
Ocho días antes, a las doce, al mediodía, repicaban las campanas, nuestras campanas de ayer son la mismas de hoy, que anunciaban con su eco en nuestro Valle de Haría, la cercanía de las Fiestas.
En nuestras fiestas de San Juan, que eran tres días, había ambiente festivo, la plaza, esta misma plaza, más polvorienta, se llenaba de ventorrillos, que olían a fritura y donde se vendían “suspiros”, tortitas de manises, “criaturas” (muñequitas hechas de masa y untadas con merengue), vino…
¡Era vino del País! Que degustaban las “parrandas” de ventorrillo en ventorrillo.
La tradicional hoguera, eran en aquel tiempo una necesidad… ya que en la víspera se encendía una gran “fogalera” de leña y aulaga para alumbrar las agarradas de lucha canaria, que se hacían alrededor de la misma.
Nuestra fiesta de San Juan, tenía muy diferenciado la celebración de sus días.
El primer día… función religiosa con procesión que animaba la banda de música del pueblo. Era ésta, una banda de música de instrumentos de aire, que había comprado este Ayuntamiento y tocaban nuestros jóvenes.
El segundo día… era la gran fiesta. Era el día de los “entresijos”. Todo el mundo estrenaba. Vestidos, zapatos, ternos, corbatas… que se exhibían en el gran paseo de la tarde y en el baile de la noche, que comenzaba a las nueve y solía terminar entre una y dos de la madrugada.
¡Las grandes orquestas de hoy para los bailes…! Y que están muy bien… pero en mis tiempos, las orquestas eran:
En el Casino de Abajo, tocaba el piano Juan Caraballo, y el Casino de Arriba había una pianola. Luego compraron un piano y lo tocaba Ginesa, Pancho Cabrera y alguna vez tuve que hacerlo yo, pues me hacían levantar de donde estaba con mi novio para que tocara las dos piezas que había aprendido con Pinito, la hermana de D. Sinforiano, el cura.
A veces, nos poníamos a cantar para animar el baile… que solía ser “muy decente”… y si alguno se propasaba (¡se propasaban, que bien antes!) le poníamos la retranca.
Era curioso, también, “Los Bailes de Candil”. Bailes con instrumentos de cuerdas y que sólo bailaban cuatro parejas. Si había alguno enamorando a una chica, la invitaba primera y última pieza y si eran novios tres.
Y hablando de novios… ¡qué bien antes! ¡Qué bien ahora! Antes los novios se hablaban de tercer en tercer domingo y en la ventana, él por fuera y ella casi en mitad de la sala (habitación)…
Luego, ya en mi época, se hablaba todos los domingos. Ya nos poníamos casi junto a la ventana. No se imaginan ustedes, lo incomodo que era, sobre todo, si la ventana era un poco alta. Y pobre de él, que tenía que aguantar, frío, calor, lluvia y viento.
Cuando salíamos de paso por las noches, siempre íbamos con nuestras madres. Nos sentábamos en los bancos de la plaza, y ellas a nuestro lado.
Recuerdo la primera vez que vi una pareja de novios solos sentados en un banquillo de la plaza. Me quedé asombrada.
Cuando íbamos a los bailes, las madres nos decían: cuando te sientes en el baile con tu novio, te sientas donde yo te vea. Y cuando se salía de noche, las madres llevaban sus farolitos, para ver a sus hijas.
Incluso, ya en vísperas de casamiento, en las “amonestaciones”, que se hacían, normalmente, tres domingos antes en misa, las novias no salían a la calles y el novio aún hablaba en la casa, con la madre de la novia, delante.
Además, muchas chicas llegaban a casarse, sin saber claramente, lo que existía entre la pareja, pues nuestras madres no hablaban de estos temas delante de la juventud.
Y era tanto el temor a hablar de estos temas, que hasta cuando se ponían a coser preparando la canastilla para un bebé, si llegaba algún niño o joven, escondían la ropa, pues era como falta de respeto.
¿Que era “RESPETO”?. Creo que había que diferenciar entre respeto, distancia y veneración, pues eran estas palabras los pilares del trato personal, y de las relaciones humanas.
Sirva como ejemplo el trato en la familia. El respeto entre padres e hijos, entre esposos.
El pedir la “bendición”, era característico del respeto o veneración.
Los hijos, al levantarse y al acostarse pedían la bendición a los padres. Esta misma costumbre era para los nietos con sus abuelos y para los ahijados con sus padrinos.
También se miraba falta de respeto, el fumar delante de los padres siendo joven, ya siendo mayor se solía tolerar, pero esto me refiero a los chicos, pues las chicas ni fumaban ni bebían, ni decían palabras malsonantes, ni nadie se atrevía a decir chistes verdes delante de ellas.
Y con ese respeto, (temor?) nos educaron y ese respeto se reflejaba en el trato a los mayores, a las autoridades, a los maestros… Eso se palpaba, cuando se rompía la monotonía del pueblo con la llegada de una autoridad de fuera: el inspector de escuelas, el gobernador civil, el obispo….
Recuerdo que cuando venía el obispo, el pueblo de Haría iba a recibirlo a la Calle de San Juan, se formaban dos filas a los lados de la calle hasta la ermita donde se hacía un arco engalanado y todos los niños de las escuelas con banderitas de papel de colores en las manos, esperábamos la llegada del coche que paraba junto al arco engalanado.
Recordé hace un momento, la llegada del obispo en coche…pero el primer coche que vino a Haría fue en el año 1914, era de D. José Pereyra, este acontecimiento reunió a todo el pueblo, pues queríamos verlo. Estábamos todos asombrados al ver que aquello andaba sin mulos ni caballos, era una revolución, un asombro, acostumbrados como estábamos a ir a Arrecife en el carro del Señor Damián, que salía a media noche y llegaba por la mañana.
Más tarde, los camiones, el primero lo condujo Juan González Caraballo, luego el Sr. Martín Reyes.
Recuerdo, que los primeros coches que comenzaron a circular por el pueblo fueron en unas elecciones que los oíamos en el silencio de la noche, andando por el pueblo buscando votos.
En ese tiempo se compraba mucho los votos, recuerdo oírle decir a mi padre que una vez le dieron un camello por el voto y en ese tiempo un camello era...
También fueron personas ligadas a la historia de los coches en Haría, D. Lilo, Anastasio y D. Fermín, el médico, que venía a recetar dos veces a la semana en el coche que lo conducía José Mª Gil.
Dije al principio, que esta pregonera, era una simple “panadera”, y es verdad. Mi vida, estuvo ligada a la panadería, primero fue con mis padres y luego, con mi difunto esposo.
Fue la panadería mi universidad, mejor, mi escuela, en ella vi el sufrimiento y la miseria. La verdad es que a mí me tocó la época difícil de la guerra, no he podido olvidar la miseria tan grande que hubo. Recuerdo la gente sentada desde media noche haciendo cola para poder conseguir un pan, como medicina, y al abrir la puerta se me saltaban las lágrimas, pensando que no había pan para todos.
La panadería de antes… era un trabajo duro. Caldear el horno, amasar, hacer el pan, el bizcocho, los dulces, y todo con escasez de leña, de harina y muchas veces hasta de agua. Agua que traíamos del Chafarí en barricas a lomos de burros y camellos.
Fue al calor del horno de la panadería, donde yo comencé a aficionarme por la música y el teatro. Mi hermano, cuando regresó de Montevideo, vino con ilusiones renovadoras. El era un loco por la música. Fue él quien nos enseño a tocar a toda mi familia.
Mis hermanas, colaboraban en el teatro, con Dña. Remedios, Dña. Carmen Valenciano, D. Juan Feo, D. Pancho Paz, entre otros que recuerdo. Era el director, en esta época, D. Enrique Curbelo, y el apuntador D. Antonio López.
Fue así, como me aficioné o como me apasionó el teatro. Mi primera actuación fue a mis catorce o quince años, con la zarzuela “Las gallinas de tía Marcela”. Así, continúe actuando hasta que tuve novio, luego deje de actuar. Pues antes a los novios no les gustaba que sus novias salieran en los teatros. Más tarde, sin querer, comencé a dirigir, juntamente con María Isabel López, que se encargaba de la parte musical, y era la apuntadora Leonor Cabrera.
Fuimos las tres, quienes con fuerza, valor y coraje, pues necesitábamos a veces de todo, las que impulsamos el tradicional gusto que tiene nuestras gentes por el teatro.
Gracias al teatro, nuestro pueblo, se lanzó a la aventura de enlazar con otros pueblos.
Gracias al teatro, al buen gusto y quehacer de nuestras gentes, conseguimos recaudar fondos con fines siempre, benéficos.
Gracias al teatro, esos beneficios, iban amasados a los enormes sacrificios de nuestras gentes, que dejaban sudores y lagrimas en los ensayos, pero que juntos recogíamos el buen sabor de los triunfos y los aplausos.
Fue, quizás la época dorada de nuestro teatro. Época, en la que nos desplazábamos al resto de la isla en los camiones. A veces con lluvia y casi siempre con el “relente” de la noche, embrujados, en la caja.
El teatro me ha causado mucho sufrimiento. Muchas noches el insomnio… pero también las mayores satisfacciones, pues lo que se hace como amor, más que dolor, produce placer; más que tristeza, alegría.
Y esa alegría, me la ha dado el teatro. Esas ilusiones y ganas de vivir las he ido acumulando, como quien carga baterías, en mi labor con el teatro, que aunque imperfecta, ha sido hecha con un profundo amor.
Era en estas fechas, fiestas de San Juan, cuando los olores a suspiros, magdalenas, mantecados… invadían nuestras calles. ¿Quién de los mayores, no recuerdan las milanas ahumadas, “entongadas”, llenas de dulces recién hechos?.
¿Quién no recuerda, los “amasijos”?... humeaban los hornos de las casas.
Las cargas de leña seca, varas de parras, aulagas, tojias, tabaibas, se amontonaban cuando se podían conseguir junto al horno.
Se amasaba. Era nuestras “tortas” de millo. Nuestro pan redondo de harina oscura, que se preparaban para nuestra fiesta de San Juan.
Era en estas fechas, San Juan , cuando en cada casa, se invitaba con dulces y mistela.
Estas fechas, San Juan, se vivían con ilusión. Con intensidad.