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Lancelot:  nº 387 – 10-11-1990

 

Presentación del libro «Cueva de los Verdes»

 

- El pasado día 31 tenía lugar, en el Centro Cultu­ral El Almacén, la presentación del libro «Cueva de los Verdes», una obra con la que Agustín de la Hoz estuvo a punto de obtener el Premio Nacional de Li­teratura en 1966 y, por la que al final sería recom­pensado con el Premio Nacional de Interés Turístico.-

Para el profesor Nazario de León, encargado de realizar la presentación debido a la justi­ficada ausencia del escritor grancanario Luis León Barreto, la reedición de la obra de Agustín de la Hoz, supone el mayor homenaje que se le.pue­de tributar a este trabajador in­cansable de la cultura en tiempos difíciles y en una isla donde esta labor se acrecienta en méritos. Justas palabras pa­ra un hombre que lo dio todo por su isla, pese a los continuos palmetazos de sus adversarios.

Hablar de Agustín de la Hoz y de su obra, se ha con­vertido, desde hace algún tiem­po, en tarea fácil, basta el simple elogio afín al carrusel social del que él siempre se ale­jaba. Tanto comentario, tanto laudatorio, a veces no es sino una disculpa a la sordera que le impusimos y, aunque tarde, por fin se ha hecho justicia con la reedición de esta obra.

Su mejor obra

El libro «Cueva de los Ver­des» se publica por primera vez en 1966 y con este trabajo ob­tendría el Premio Nacional de Interés Turístico, que hasta aquel momento tan sólo se lo habían concedido a Alvaro Cunqueiro y a Camilo José Ce­la. Homenajeado en Las Pal­mas por la mayoría de intelectuales canarios, el acon­tecimiento significa un mo­mento clave en su trayectoria como escritor. Quienes se han acercado a la obra del escritor sin estar predipuesto por el elo­gio, no dudan en señalar que «Cueva de los Verdes» es el me­jor libro de Agustín de la Hoz. Con ella demostró que, aún siendo tachado de excesivo lo­calismo, su prosa podía tras­cender. «Lo mismo estoy capacitado -afirma- para escri­bir sobre la Cueva de los Ver­des que para hacer una obra literaria sobre las Cuevas de AI-tamira, pero esta última no me sale del alma».

Según Luis León Barreto, autor del prólogo del libro y defensor incansable de la obra de Agustín de la Hoz, Cueva de los Verdes era uno de los li­bros que más apreciaba. Co­mienza con un tono que recuerda a Camilo José Cela en sus crónicas viajeras, pero rá­pidamente se adentra en viricuetos  de simbolismo,  de ensayo histórico, de prosa poé­tica, de búsqueda del mito. Agustín soñaba despierto, re­cordando al otro Agustín, a Espinosa, y escribe casi una novela repleta de imágenes má­gicas, de secuencias telúricas, de descripciones apocalípticas. Un libro de atmósfera sagrada, porque el prodigioso escenario de la Cueva es el más bello y sobrecogedor que tenemos en el Archipiélago.

Desde que Torriani la cita, la Cueva de los Verdes forma parte del espacio legendario de estas islas (...). Un encuentro con los dioses, con la inmortalidad. La Cueva es fortaleza, es escondite, es castillo subterrá­neo, pero es también catedral y museo de las profundidades.

«Esta isla arruinada -prosigue Luis León Barreto-tantas veces desmantelada, en­tre ruinas de historia y leyen­da ¿no tiene su principal monumento en la Cueva de los Verdes? Y junto a lo que es re­cuerdo y es tierra, ¿no pide la Cueva de los Verdes oídos aten­tos, ojos limpios, corazones nobles y generosos, para comu­nicarles su aún vigente mensa­je? Cierto. La Cueva de los Verdes, un gran poema heroico de Lanzarote. Un monu­mento intemporal, como la pirámide o la catacumba: sólo expresión del alma de un pue­blo que, desde sus primeros balbuceos ha vivido acosado "como un perro, apoyado so­bre los codos", mirando pavo­rido el horizonte (...)»

Esta obra es una muestra contundente del genio discon­forme, clarificador, lúcido y denunciante de Agustín de la Hoz, de su voluntad de estilo, de su sabiduría y del infinito amor que tuvo por la isla don­de nació, donde vivió y donde hoy reposa para siempre.

Reeditar y difundir a nuestros clásicos

Esta es la magnífica labor Esta es la magnífica labor que ha emprendido el Cabildo Insular con el inicio de esta Co­lección de Clásicos de Lanzarote. Recordando las palabras del escritor Fernando Gómez Aguilera al afirmar que cuan­do un pueblo comienza a mi­rarse en el espejo de sus clásicos está poniendo las pri­meras piedras al imprescindible edificio de su memoria, nos ca­be añadir que de momento ese edificio ya tiene parte de sus ci­mientos con las dos obras de Agustín de la Hoz que ahora están a nuestro alcance. Habrá que ponderar la introducción de otros escritores tan insignes como desconocidos, nos refe­rimos a Ángel Guerra, Benito Pérez Armas, Clavijo y Fajar­do, y, también, a Leandro Perdomo, Isaac Viera, Miguel Pereyra de Armas, etc., mere­cedores de estar presentes en esta colección.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
NAZARIO DE LEÓN ROBAYNA

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