CULTURA: -- Literatura
FUENTE: DE LANZAROTE ÍNSULA
Y por último, el romance titulado "Por el rastro de sangre" fue recogido por Francisco Perdomo Arráez también aquí, en Haría; de este romance que figura en el "Romancillo Canario" se habían recogido cinco versiones; cuatro de Tenerife y una de Gran Canaria. Es decir, Haría y sus aledaños han sabido guardar en su pecho algo que le viene de su respeto a la tradición; los juglares, desde los primeros momentos de la colonización, pasarían por estas tierras contando viejas historias y leyendas entretenimiento así, en las horas de ocio, a los conejeros del norte de la isla.
José María Godoy, en "Titerroygrata", tiene muy bien expresados los sentimientos que le inspiran una Haría que canta aires canarios, como todos los pueblos del archipiélago:
Porque es Haría,
la de las altas palmeras,
el valle de las Folias
con aires de Malagueñas.
Verde y sola sementera,
sólo con Dios, y ante el mar
solitarios en grandeza.
Verde alegre de Folias,
Haría, tristeza de Malagueñas.
Ángel Fernández, profesor que ha vivido en Lanzarote, sabe cantar en el tiempo de un día, los diferentes momentos en que Los Jameos se revisten de luces, cuando "la boca del fondo hablaba de luces", cuando la luz en el fondo se vuelca en el agua; y Juan Jesús González Herrera, que fue Delegado del Gobierno en esta isla, en el soneto "Jameos del Agua" expresa los mensajes poéticos que le sugieren los restos de un cataclismo volcánico: "Dos veces suenan, la música y el viento", "Dos veces flota en ti la madrugada". Don Jesús López Socas, natural de Haría, tiene dos poemas dedicados a su pueblo natal; en ellos se derrama el sentimiento natural de un hijo que se deshace en recuerdos llenos de tristeza.
Haría es una cita de palmeras; cien mil palmeras; cien mil abanicos para aventar al Volcán de la Corona, el de la gran alcogida; cien mil paraguas sobre la tierra rojiza del pueblo norteño.
Haría es un gran valle en una isla pequeña; desde arriba, ladera abajo, el enorme contrafuerte de Famara, con bocas de agua salobre que apagó la sed a la gente de la isla, a los camellos y a las aves que llegan cansadas de atravesar el mar.
Esparramada, ladera abajo, por Las Torres, se llena de vides, aulagas, higueras, mimos, tabaibas y vientos suaves para mecer hojas.
Arrieta, Órzola, Punta Mujeres, Ye, Tabayesco, le forman las cuentas del collar que se extiende desde el mar hasta Máguez.
Haría está casi siempre solitaria, de alguna esquina sale siempre una voz de silencio porque se puede despertar el coro que duerme en el aljibe; Haría siempre está esperando a alguien que llegue en la guagua y tiene su mentidero fuera de un bar, cerca de la plaza con laureles de Indias.
En la villa hay casas señoriales, con viejas palmatorias en las mesas de noche; en los patios hay aparatos de luz de carburo, sobre los descansillos de las escaleras de los patios interiores; su gente emigró a las capitales y dejó a viejos y a niños que, hoy, jóvenes, rehabilitan, con especial entusiasmo, el viejo solar de tantos sueños; actualmente, gracias a una profesora de latín, sus jóvenes saben mucho de cultura greco-latina; el pueblo se está restaurando con señales de identidad isleña: casas amplias como cubos grandes, patios con palmeras, paredes anchas, blanquecinas, y nidales de palomas. Entre los tarajales, la brisa que le sube, juega a despertar los sueños del vecindario.
Haría tiene el sello impreso de un tiempo marcado; la mayoría de sus viviendas tienen connotaciones de un pasado económico y hoy se acicalan con la perspectiva de tiempos mejores; ser "jariano" es motivo de presunción justificada. Haría, al Norte de la isla, tiene agua oculta que llega a brotar, pero se la busca como un sueño dorado; y tal vez, algún día, se resquebraje algún monte y salte el agua, como por magia, como si estuviese tocado por la vara de Moisés y se desparrame, por una inmensa torrentera con gritos de un profundo barranco. Por Arrieta dicen que hay un coral que tiene más de cincuenta metros de altura y donde, al parecer, reposan las sirenas que vienen de lejos en busca de Ulises, el marinero errante.
En Haría se me ocurre la ubicación de viejos mitos: Hércules bajando al Hades a través de su volcán y la gruta de Polifemo, el gigante, plasmada por la naturaleza en la Cueva de los Verdes y que don Luis de Góngora imaginó como "guarnición tosca", "seno oscuro de la negra noche nos lo enseña infame turba de nocturnas aves", "formidable de la tierra bostezo", "melancólico vacío", "albergue umbrío".
Yo estoy seguro, que algunas noches por los aledaños del Volcán de la Corona desfilan mil fantasmas que vienen del Océano, escapados de las profundidades de la mitología, a solazarse en las laderas que discurren llenas de tabaibas, morales e higueras; muchas ninfas y nereidas huyen de los sátiros y entran y salen por los Jameos, y siguen el tubo volcánico del milenario volcán, en un continuo juego que se observa en las espumas y en las ondas suaves del mar de los Atlantes.
Si, señores, el Norte de la Isla del Fuego, de la Isla del Purgatorio, fue avistado por Ulises, aventurero incansable, cuando, castigado por Dios, naufragó su nave camino del infierno; Dante así se lo imaginó.¿Qué narrador marino contó al poeta toscano las enormes cataratas de lava volcánica, incandescentes, que bajaban con estrepitosos ruidos por Famara hasta encontrar el mar?
Así veo a Haría, extensa, distendida, en la llanura abanicándose con las viejas palmeras; así veo a Haría, pausada, queriendo suavemente deslizarse hasta el mar, desde Órzola, nave que orza la proa hacia la parte de donde le viene el viento; hasta Arrieta, como corales en el fondo; hasta Mala, molino y cementerio de camellos en sus playas blancas; así veo yo a este pueblo con realidades vividas y con realidades soñadas; ahora, siguiendo por los derroteros de "mi trasmudo", amarrando realidad y fantasía, les ruego perdonen a estos poemitas, escritos por mi, en horas de evocación especial y que hace tiempo escribí, como si yo fuese un inquieto navegante de mar y tierra, pero sin brújula, ni estrella polar. Ahí van, llenos de imágenes y metáforas torpes, pero sí escritos con la sana intención de un "viejo" que todavía sueña con estas preciosas tierras.