CULTURA:  -- Literatura

 

 

 

Juan Domingo Betancor
 Socas

Hermelindo Navarro Cardero

Manuel Antonio Berriel Perdomo

(...) Al amanecer había vuelto la calma. Las calles mostraban la fina arena arrastrada por el temporal, que desde la Caleta de La Villa de Teguise cruza la isla, como un río que viene a desembocar en el mar junto a estos pueblos del sur. Parece como si un día lejano la isla estuviese dividida en dos partes, y fuese unida por la acumulación de materiales marinos que el mar depositó entre ellas; más bien que el viento con la acción de miles o millones de años ha cubierto toda esa extensión, que forma el jable,   incubadora de las magnificas batatas y tomates de nuestra isla; emparejando su fertilidad a los también fértiles enarenados.

A pocos kilómetros de Arrecife nos encontramos cuando el sol se elevaba iluminando esta joven ciudad; el sol, le daba  el aliento en su acelerado crecimiento, se le abren las puertas y ventanas; cabeza de la isla es, y todos procuran que permanezca erguida. Acción, movimiento, caracterizan a esta ciudad en su desarrollo.

Dado por terminada la excursión tomamos la guagua, el autobús o la exclusiva, o como quiera llamársele, pero entre nosotros es más familiar el primero.

Nos dirigimos al Norte. Toda esta parte ya conocida desde nuestros primeros años, y recorrida en multitud de ocasiones. Detrás va quedando Tahiche, más seco que nunca, la Villa de Teguise, ¿qué podemos decir de la antigua capital? Lo tantas veces repetido, muy semejante a los pueblos de nuestra Castilla, quizás por lo agrupado que tiene sus edificios, sus calles estrechas, pendientes y adoquinadas, el color de los muros y del tejado de sus casas, la llanura de sus alrededores, el colorido de su tierra —en parte va  desapareciendo al sustituirse por los enarenados, desapareciendo con ello el arado y surgiendo nuevas herramientas de labranza—. Villa de pasada historia, sede de antiguos conventos y de nobiliarios títulos; lugar de enclave de la Mareta, a ella se llevaban a los visitantes, pues leemos que le fue mostrada al rey Alfonso XIII en la visita que hizo a esta isla, cuando tuvo lugar aquello de ¡mi niño!   del "Rey y el camellero". No queda  en esto el familiar aire castellano, hay algo más, el aspecto general de la villa, un poco oculta en el terreno, la uniformidad en la estructura de las casas y la torre que sobresale por encima de los tejados, mientras el resto de los edificios se confunden con el propio suelo.

Un cruce. Dos carreteras. Los Valles a la izquierda, a lo lejos, tras unas montañas, enarenados se suceden, entre ellos campea un pueblo, mejor una aldea, el Mojón. También otro muy cerca, Teseguite. Más adelante los Roferos, mina del  "oro negro", del rofe, de la arena negra.

Al frente Guatiza, valle de peculiar aspecto, rincón de gente trabajadora, asiento de las casi desaparecidas vegas, cultivo de las pencas o chumberas, pueblo de la cochinilla. Un molino, del que queda únicamente sus ruinas, y una finca cultivada de chumberas constituyen el punto de referencia de este pueblo del naciente.

Mala, de análogas características que Guatiza.

Arrieta, antiguo puerto de embarque, lugar veraniego, playa, pesca.

Poco más lejos, Punta Mujeres, residencia de verano, pequeñas playas, excelente pesca y mariscos.

Sólo como referencia citamos algunos lugares de carácter turístico: Los Jameos del Agua, Órzola con sus magníficos Caletones, el archipiélago menor con la vista del Río y el conjunto de las pequeñas islas; la Graciosa, Alegranza, Montaña Clara, los Roques, con abundantísima pesca, mariscos y aves marinas.

El valle de Máguez, abierto en dirección al mar, continuación en semejanza del gran Valle de Haría.

Venimos en guagua, desde Arrecife y, sin embargo, la imaginación se ha alejado de la vía.

¡Entramos en Haría, ya se ven las palmeras, las casas a penas se distinguen bajo sus verdes ramas, asoma la blanca torre. Estamos en un pueblo, pero un pueblo distinto a los otros; a los pies de las palmeras vivimos y a sus pies acabamos estas líneas!".

Después de escribir próximo a trece páginas hemos dado fin a la transcripción, que hemos tenido a bien realizar, de unas notas tomadas hace escasamente dos años.

Con ello hemos querido perpetuar el recuerdo de la excursión de tres jóvenes por nuestra isla: Lanzarote.

¡Que teniendo fiel recuerdo de ella
guarden en sus corazones
el amor a este trozo de tierra!

 

Haría- 1962
 

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