Pudiera pensarse en la vereda de la costa desde Mala hasta Órzola, o ¿quizás pasaron sobre el escabroso terreno volcánico desde Arrieta hasta el lugar de refugio?
Es posible que contase con alguna información facilitada por los moriscos existentes en la isla, en cuanto a la vereda a seguir o a la existencia de estos y otros pozos, en cuya construcción seguramente participaron, siguiendo el modelo de sus antepasados en la vecina costa africana.
Estos hechos traería como consecuencia, al considerar a esta población colaboradora de Morato Arráez, que el marqués se vuelva contra de ellos e intente sacarlos de la Isla, solicitándolo así del rey. Por temor a represalia pide se le envíe cincuenta soldados arcabuceros. De momento el rey no toma decisión alguna. Se informa a la Audiencia y al Gobernador de Gran Canaria, como escribe Bruquetas de Castro y Lobo Cabrera, y aunque existió cierta unanimidad en la expulsión, ésta no tuvo lugar porque los moriscos se defendieron llevando representación a la Corte, con informe favorable del vecindario. Se logra que el rey en 1588 dé merced de provisión de seguro para que no se les molestara en adelante.
La presencia de invasores en Haría se sitúa por lo general en agosto de 1586 con Murato o Amurat Arráez, que había desembarcado con ochocientos hombres armados y cuatrocientos turcos, pero también se atribuye a la protagonizada por Jabán y Solimán en mayo de 1618, con nueva referencia al lugar de refugio en la Cueva de los Verdes y nuevos cautivos. Se escribe que en estas incursiones apresaron en la isla doscientas personas en la primera y novecientas en la segunda.
Ya con anterioridad, en Septiembre de 1569, por orden del rey de Fez había entrado y saqueado casi toda la isla el Corsario Calafat con una escuadra de nueve galeras y setecientos tiradores, cogiendo cautivos a más de noventa personas, como señala Viera y Clavijo.
Existe referencia documental al paso de los invasores por el valle de Haría en los Archivos parroquiales, concretamente en el libro sobre la construcción de la Ermita de San Juan, que se encontraba en situación de deterioro total y abandono, sin techo ni puertas, desde las referidas invasiones, como se desprende de las razones esgrimidas por Manuel de Acuña y Figueredo al solicitar del Visitador General Pérez Criado su reconstrucción, tales como "Iglesia vieja que hubo en este lugar", indicación de antigüedad, de lejanía en el tiempo, y "desmantelada por el robo de los turcos".
Esto viene a confirmar que los efectos devastadores que afectaron al pueblo y a la Ermita vienen ocasionados por la invasión de 1586, en la que Amurat Arráez se acompaña de siete galeras con cuatrocientos turcos y ochocientos hombres armados, sin descartar que en la siguiente incursión, en 1618, también tuviera lugar el saqueo por esta zona de la isla.
De que tuvo lugar en Haría esta última invasión hay una referencia concreta en las alegaciones de Juan Agustín de Figueroa, Castellano del Castillo principal de la Isla y miembro de los Santos Tribunales, en 1698, con ocasión de la causa seguida con los Patronos del altar de Santa Lucía, donde, insistiendo en su pretensión, hacía hincapié en que él a su costa ha cuidado el altar y que los patronos no han presentado título que justifique su derecho.
Con tal motivo consideraba que la escritura de Francisca Melián solo acreditaba la obligación venida de su marido de pagar cuatro reales sobre tres fanegas de tierra, de una misa cantada el día de la Santa, sin que ello por si solo acreditase el carácter de patrona, pues hay otros medios, así "en el valle de Haría está el libro de fábrica desde el año pasado de seiscientos quince, tres años antes de" la Invasión de los moros", y a esta isla vinieron muchos más papeles..."
Esto viene a confirmar documentalmente y por persona del lugar y de la época, en fecha próxima a los hechos, que la invasión de 1618 alcanzó al pueblo de Haría.
Asimismo, parece confirmarse, como ya sea comentado, que la primitiva Ermita, la iglesia vieja, se encontraba construida en 1586, cuando los invasores saquearon el valle y, según se escribe, usaron para su aguada el pozo o pozos de Arrieta, e incluso anterior si se tiene en cuenta que, según se escribe, existía en el viejo templo un altar de San Juan, que se había construido a costa de Doña Francisca Ramírez en 1572, y que a partir de 1625 va a dar nombre a la ermita, una vez pasó la Encarnación a la nueva Iglesia.
La inseguridad, la angustia y el temor estarían presentes en los vecinos de Haría y la vigilancia, en lo sucesivo, iba a ser casi permanente en los puntos estratégicos utilizados para ello y con la denominación indicativa de su función. Tal ocurriría con la Atalaya, los Castillos, el Mirador de Guatifay o los altos de Aganada. En los siglos posteriores continuará esta actividad ante nuevos peligros.