“La Isla sumergida de Javier Reyes”
MIAC –LANZAROTE
Museo Internacional de Arte Contemporáneo- Cabildo de Lanzarote- 2010
Javier Reyes Acuña nació el 5 de marzo de 1926 en Haría, un pequeño municipio agrícola situado en la zona norte de Lanzarote que no superaba los 5.000 habitantes. Tras formarse en una escuela del pueblo, Reyes comenzó a cursar bachillerato en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Arrecife, pero con el cierre de este centro en 1939, el único de esta categoría en la isla, tuvo que proseguir sus estudios en academias privadas de la capital.
A principios de los años cuarenta, Reyes empezó a relacionarse con la fotografía, primero con varios encuentros esporádicos, y en 1943, animado por la circunstancia de que no había fotógrafos en el área septentrional de Lanzarote, adquirió una cámara de 6x9 milímetros de la marca Zeiss Ikon y preparó un pequeño estudio fotográfico en la casa de sus padres ubicada en la plaza principal de Haría, la misma vivienda en la que reside actualmente.
La instalación era muy rudimentaria y consistía simplemente en una habitación para el revelado y una sala contigua donde atendía a los clientes. Además, utilizaba la galería que rodeaba el patio interior de la casa como espacio para los retratos de estudio, aprovechando la luz natural. Posteriormente, también preparó un sencillo grupo electrógeno propio para conseguir fluido eléctrico constante ante los frecuentes cortes. Mientras habilitaba y acondicionaba estos espacios en los primeros años de trabajo, Javier Reyes prosiguió su proceso de autoaprendizaje con la consulta de varios manuales de la época. La precariedad de la época, más el aislamiento de Lanzarote y la zona norte de la isla, condicionaban su labor diaria. Reyes se proveía, con muchas dificultades, de líquidos para el revelado y de papel mediante pedido por correo a laboratorios de Canarias o de la Península, y determinados elementos como la positivadora o los trípodes fueron confeccionados por carpinteros de la isla a través de los diseños elaborados por él mismo. Igualmente, las salas del estudio de Haría sirvieron también para la venta de artículos de librería (entre 1945 y 1953 aproximadamente) y más tarde dieron cabida a máquinas de coser, radios y otros componentes electrónicos (entre 1955 y 1970).
La fotografía era una actividad económica complementaria en la vida de Javier Reyes, el cual dedicaba su jornada laboral a las tareas de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Haría y a la representación de diversas casas comerciales de electrodomésticos. Durante las tardes y las noches, además de los fines de semana, Reyes se centraba en su trabajo fotográfico y en las labores de su estudio para el cual contrató como ayudante en 1948 a Asterio Acuña Brito, un familiar que posteriormente se dedicó también a la fotografía profesional. En los años cincuenta adquirió más material (en 1950 compró una cámara Zeiss Ikon de 35 mm) y afianzó su laboratorio mientras colaboraba ocasionalmente con el único semanario que tenía la isla y participaba en el I Salón Nacional de Fotografía Artística, celebrado en Arrecife en 1954. No obstante, su carrera se concentraba en los encargos que recibía en su estudio de Haría. Entre las temáticas tratadas por Javier Reyes, una parte muy considerable de su archivo estaba relacionada con el retrato, a través de la fotografía de carnet (realizada en su estudio y en varias campañas quinquenales por los pueblos de la zona norte de Lanzarote) los retratos de estudio personales o familiares y, en menor medida, los retratos de exterior. Otra variante significativa de su trabajo era la fotografía de boda y de actos religiosos: primeras comuniones, procesiones, bautizos, misas públicas, etc. Reyes igualmente cubría cualquier tipo de evento social destacado, como visitas de autoridades civiles o eclesiásticas, inauguraciones de centros oficiales, sucesos... pero también el acontecer diario y doméstico de campesinos y pescadores que componían el grueso de la población de los pueblos del norte de Lanzarote. De esta manera, en sus imágenes se reflejan por ejemplo las tareas en el campo, las festividades tradicionales, las costumbres religiosas, las labores con los animales, los ambientes festivos de los bailes populares, las prácticas pesqueras, los hábitos de ocio...
A principio de los años setenta, Javier Reyes dejó la fotografía profesional al ser contratado por la Caja Insular de Ahorros de Canarias, entidad en la que continuó trabajando hasta mediados de los años noventa cuando se jubiló como director de una sucursal en Lanzarote. En 1996 el Ayuntamiento de Haría publicó el libro 'Haría-Lanzarote. Recuerdos', con varias fotografías de Reyes y en 2002, la misma institución organizó una pequeña exposición y editó un catálogo con imágenes suyas y de su primo Asterio Acuña Brito.
En 2007, su archivo comenzó a ser digitalizado por Memoria Digital de Lanzarote (www. memoriadelanzarote.com), un portal del Cabildo Insular de Lanzarote dedicado al análisis y la divulgación del patrimonio documental y gráfico de Lanzarote, que actualmente recoge más 3.000 negativos de la colección de Javier Reyes, contando con la ayuda del propio autor para su documentación.
-¿Don Javier, cómo empezó usted
en la fotografía?
-Empecé
con 18 años y en realidad fue
porque unos amigos tenían una
cámara fotográfica de ésas que
se compraban con cupones y me
llamaron para que yo me
encargara de retratarlos.
Aquello empezó de esa manera,
con mucho entusiasmo, hasta que
yo me ilusioné con hacer
fotografías. Más tarde, vinieron
a Haría unos militares que
tenían un pequeño laboratorio y
yo me uní a ellos, y es ahí
donde aprendí un poco. Luego,
empecé a pedir material a Las
Palmas y la gente del pueblo me
animó a que me dedicara a la
fotografía porque no había
fotógrafos aquí.
-¿Qué fue lo que le gustó de la fotografía y del papel de fotógrafo en el pueblo?
-Al principio se trataba de sacar fotografías porque la gente del pueblo y los clientes lo pedían, ya que tenían que ir a Arrecife a sacarse fotografías y eso era costoso. Yo me animé y empecé con las fotos de carnet, y más tarde bailes, bodas, actos públicos... Los clientes vieron que sacábamos fotos buenas y ahí seguí...
-Usted se tuvo que formar de una manera autodidacta.
Sí, me compré un libro de fotografía y de ahí fui sacando cosas, no todo, porque no tenía tiempo. Uno iba viendo sobre la marcha los fallos.
-¿Cómo era la faceta técnica?
Bufff... Por ejemplo, aquí teníamos que trabajar con la luz directa y después, la positivadora se la encargué a un carpintero para que la hiciera a partir de un diseño que yo le di. Ahí ponía el negativo y el papel y utilizábamos la luz de la planta eléctrica que había en Haría, que era muy débil. Más tarde preparé un grupo electrógeno porque la luz era muy floja y así tenía luz eléctrica todo el día si quería. Así seguí hasta que dejé la fotografía.
-Usted se dedicaba a la fotografía por las tardes y las noches porque durante el día tenía otros trabajos, ¿era muy laboriosa toda esa tarea?
Sí, me dedicaba a la fotografía sobre todo por las noches porque durante el día estaba centrado en el Ayuntamiento, en las representaciones que llevaba o en lo que fuera, pero estaba siempre ocupado. La fotografía la hacía por la noche, salvo los domingos que aprovechaba si tenía el equipo electrógeno para trabajar. Así estuve un montón de años.
-¿Qué tipo de encargos tenía?
Yo, por ejemplo, iba a los bailes y luego tomaba nota de la gente que quería las fotos. O lo calculaba; si eran cinco los que se retrataban, pues les hacía cinco fotos de 6x9, nada más, porque la gente no gastaba mucho. En las bodas era diferente, ahí hacía ampliaciones e incluso les formaba un álbum. En los bailes uno se metía en la pista de baile y sacaba fotografías a todos los que veía.
-Usted se encargaba de toda la zona norte de la isla.
Sí, incluso venían de La Graciosa o de Órzola. De todo el municipio y también de Guatiza, de La Montaña... De los pueblos que estaban más cercanos a aquí. Venían a sacarse la fotografía para mandárselas a las familias que estaban fuera, ya fuera en Venezuela o en otros lados. Esas fotos eran más perfectas porque uno se esmeraba más.
-En su colección hay fotografías de gente trabajando, de los bailes, de las personas en el campo, en el mar..., ¿usted llevaba la cámara a todos lados?
Sí. Si por ejemplo iba de excursión con otra gente y veía a un grupito pues le sacaba una fotografía, e incluso cuando iba con la familia de paseo aprovechaba para sacar fotos.
-¿Cómo eran las campañas quinquenales para las fotografías de carnet?
-Yo ya tenía un sistema. Por ejemplo, los domingos que era cuando todo el mundo estaba libre en los campos, yo los avisaba y les hacía unos carteles con la fecha y el sitio donde tenían que presentarse. Eso estaba mejor organizado. Se podían hacer 100 ó 200 retratos al día porque estaba desde las ocho de la mañana y me quedaba hasta el oscurecer.
-En su archivo hay muchas fotografías de retrato ¿en esas imágenes buscaba algún tipo de enfoque especial o simplemente como saliera?
Pues como saliera... Yo no era artista. Yo me dedicaba al trabajo, a las cosas que me encargaban.
-Y ahora que está redescubriendo toda su colección ¿qué opina?
-Uff..., pues muy bonito. Es una gran ilusión volver a ver todo lo que hizo uno en aquella época y cómo lo vas viendo de nuevo en este momento. Ahora lo ve uno mejor. Con todo este proyecto del Cabildo de digitalizar y organizar la colección ahora se le está sacando buen mérito, porque se recuerdan muchas cosas que no se sabían. Ni yo mismo sabía lo que tenía metido en esos archivos. Si no llega a ser por eso los negativos seguirían escondidos en algún rincón de la casa.
-¿Y para usted eso tiene un valor artístico o histórico?
Histórico más bien, yo no soy artista