PREGONES DE HARÍA > Índice
He de dar las gracias a la persona, o personas, que tuvieron la peregrina idea de acordarse de mí para este pregón. Cuando la sociedad, quizá con razón, nos va marginando, al perder por la edad, facultades físicas e intelectuales, me resulta en extremo gratificante que se hayan acordado de este viejo maestro de escuela con varios años de jubilación sobre sus espaldas.
En un principio, antes de la existencia de los modernos medios de comunicación, era pregonero el que reuniendo al pueblo, al redoble del tambor o toque de corneta, transmitía una orden o noticia, comenzado así: “de parte del Señor Alcalde hago saber…” leyendo luego la orden o edicto. Yo hoy quisiera ser ese pregonero, y que mi voz penetrara en todos y cada uno de los hogares de Lanzarote, diciendo: “De parte de la comisión del Ayuntamiento de Haría, hago saber: que la Fiesta de San Juan, con todo el conjunto de enamoramientos, fuegos y encantamientos han comenzado, que nuestro pueblo desborda alegrías y regocijos y que está dispuesto a hacer partícipe de estos sentimientos a propios y extraños. “Hago saber que las Fiestas de San Juan han comenzado”.
No quisiera en mi pregón, hablar de lo que sé de Haría, quisiera expresar lo que siento por el pueblo, no quiero hablar de mis saberes sino de mis sentires, quisiera que mis palabras vayan del corazón directas a mi boca, sin pasar por el tamiz de mi inteligencia, que podría agrandar o empequeñecer mis sentimientos; por eso intenté venir a pecho descubierto, sin papeles, pero parece ser que el pregón ha de ser leído y por ello pergeñé estas líneas, de las que podría dudar en perfección literaria, pero no permito la más pequeña duda, de que en ellas quiero expresar lo que siento por el pueblo y sus habitantes.
He escogido algunos aspectos de la historia de Haría que siempre han sido de mi agrado, en alguno de ellos narraré anécdotas sin que existan documentos que las acrediten como historia, las he oído y las transmito; no tengáis en cuenta que muchas de ellas se refieran a mis antepasados, ya que las he aprendido de mis abuelos, mis padres, y otros ancianos que convivieron en casa.
Siempre fue nuestro pueblo un foco cultural que iluminó no sólo a Lanzarote sino que sus rayos llegaron a otras islas y a veces saltaron el Ócéano. Hacia 1850, cuando saber leer era privilegio de muy pocos, D. Enrique Luzardo Betencourt ya tenía su biblioteca en Haría, su sobrino D. Enrique Curbelo Luzardo la reorganizó y la engrandeció y sus herederos la continuaron; esa biblioteca, sin duda, de las primeras de Canarias, existe, porque sus dueños que jamás le negaron la entrada a nadie en ella para leer o consultar, tenían la frase siguiente: “mis libros no conocen más que un camino, del estante a la mesa y de la mesa al estante”. Si alguien siente curiosidad quizá pueda visitarla en la casa que los vecinos llamamos de Doña Natalia o de los naranjos. Como dato cultural curioso diré que en nuestro Ayuntamiento existe un Enciclopedia Espasa editada a principios del siglo XX; al buscar en ella la palabra Haría encontramos una fotografía de nuestra plaza con los árboles pequeñitos, entre rejas.
En los primeros veinte años del pasado siglo, Haría era de los pocos pueblos de Lanzarote que contaba con un nutrido grupo de títulos universitarios, cuya labor se desarrolló, no sólo en la isla sino en el resto del archipiélago.
No se puede hablar de cultura en Haría, sin citar la Academia, aquel organismo, que vivió siempre al borde de lo imposible, porque acometió la gran empresa de aprovechar el inmenso potencial intelectual de nuestro municipio, sin contar con el más mínimo potencial económico. La Academia que más que un fenómeno cultural, en nuestro pueblo fue un fenómeno social, ya que todos luchaban por ella y con ella; habían alumnos de casi todas las familias, todo el que pudo dio clases, los que no, buscaron libros prestados para los alumnos que no podían comprarlos, y sin saber de donde, salió dinero, para pagar matrículas y comprar hasta ropa a algunos alumnos que no podían hacerlo. Aquella gloriosa Academia, permitidme el adjetivo, dio lugar al Colegio Libre Adoptado, y luego a nuestro Instituto que fue el primero que funcionó en Lanzarote fuera de Arrecife, y que en un principio, hasta el edificio era de propiedad municipal. La Academia llenó nuestra isla de profesionales, sobre todo enseñantes y se permitió el lujo de poblar de personas con título universitario a otras islas. Como dato curioso puedo decir que hubo un curso en el que más del ochenta por ciento de los directores de los centros culturales de Lanzarote eran de Haría.
Al llegar aquí no puedo olvidar a un gran número de jóvenes que no estudiaron pero se trasladaron a la capital de la isla o a otros lugares donde su espíritu de trabajo, su honradez y su afán de perfección contribuyeron mucho a dejar muy alto el pabellón de nuestro pueblo.
Quisiera tener un recuerdo especial, para aquellos harianos, que en puestos más o menos relevantes de las islas capitalinas, han tenido y tienen, por honra y honor, atender desinteresadamente a las personas, solo por ser de Haría o de Lanzarote. Como su conducta, nos hacen sentirnos orgullosos de ser del pueblo.
Me consta que en los primeros veinte años del siglo pasado, ya se representaban obras teatrales de cierta importancia en nuestro pueblo. Debió suceder hacia 1920, en Haría se estaba preparando una zarzuela: “Las Gallinas de la Tía Marcela”, creo se titulaba, cuando llegó la noticia a Teguise de que nuestro pueblo se atrevía con una zarzuela, el día del estreno, se organizó una
expedición, para reírse de los defectos del evento, al frente de ella venía la persona que supervisaba las obras de teatro en Teguise; D. José Perdomo Vega, hermano de mi abuela materna y parece que salió tan bien que D. José felicitó efusivamente a los artistas y a su director D. Enrique Curbelo Luzardo, hermano de mi abuela paterna. Fue tal la amistad que hicieron que desde aquel día no se representó una obra de importancia en Teguise sin que asistiera a los últimos ensayos D. Enrique, ni en Haría se hizo obra de teatro importante sin que viniera a supervisarla D. José.
Resulta una tontería hablar de los últimos cincuenta años de teatro en Haría, cuando estoy viendo a numerosos artistas que me recuerdan abundantes obras. Se puso en escena Los Intereses Creados de Jacinto Benavente, de la que estoy seguro que ni organizadores, ni artistas se imaginaron nunca saliera tan bien.
No se puede hablar de Teatro en Haría sin mencionar a Doña Encarnación Rodríguez, con su muerte se perdió, por no escribirlo o grabarlo, la historia de un siglo de teatro en nuestro pueblo. Más de una vez me nombró numerosas obras y artistas de todo el siglo XX pero se fue con ella a la tumba, por que no nos preocupamos de perpetuarlo, con ella perdimos la historia de cien años de teatro en Haría.
En la actualidad parece despertar la actividad teatral en nuestro pueblo; porque hubo una época en que parecía dormida, tengo noticias de una Escuela Municipal de Teatro de lo cual me congratulo, es una pena que cuando nuestro nivel cultural está alto, la actividad teatral disminuya. Sé los sacrificios que cuesta preparar una obra de teatro; en nuestra juventud lo deseábamos, porque los ensayos eran la distracción de las largas noches de invierno, y la diversión en verano llevando la obra a diversos pueblos. Entonces no había radio ni televisión.
Me llena de alegría cuando junto a mí pasa una furgoneta, con este significado letrero “Haría con el deporte”. Lo nuevo es el letrero y la furgoneta, pero la realidad es que Haría con el deporte siempre estuvo. Cuando en Lanzarote solamente existían tres o cuatro equipos reglamentados en Haría existió: “El Avión”, los mayores recordamos sus camisetas en listas blancas y negras y sus triunfos y derrotas. Alguien de Haría defendió en el deporte rey un puesto importante en la selección nacional. Pero fue en la lucha canaria donde tuvo siempre muy buenos deportistas. En la celebración del programa Tenderete en nuestro pueblo, se presentaron viejas glorías de la lucha que pasearon por todos los terrenos del archipiélago con gran éxito el nombre de nuestro municipio. Pero antes que estos, ya los luchadores de Haría eran muy bien considerados. Tengo que mencionar a mi abuelo paterno Antonio Valenciano Rijo, luchador de principios del siglo pasado; cuando me vio crecer alto y fuerte, se hizo la ilusión, de que en mi iba a tener digno sucesor, pero a pesar de mi cuerpo y mi fuerza, nunca serví para ningún deporte. Dominguillo: me decía, di que tu abuelo ha caído luchando con buenos y menos buenos pero que a todos los grandes luchadores que han visitado Lanzarote, yo alguna vez los tumbé. Me contaba que en cierta fiesta de San Juan, se presentó en el pueblo, el mejor luchador de entonces en Canarias; Mamerto Pérez, natural de Los Valles, desafiando con un compañero a todo el pueblo de Haría, nadie quería aceptar el desafío por la seguridad de la derrota, pero al fin se aceptó. Se reunió la aulaga, era la luz de entonces para las luchadas nocturnas, en la Hoya, el terreno frente al Ayuntamiento, y salió Mamerto, como contrincante salió mi abuelo, y a la primera dio con el de Los Valles en tierra, terminándose la luchada, porque caído Mamerto nada había que hacer. Yo pensé en un principio, que esta historia era una farrucada de mi abuelo, pero en Los Valles, cuando estuve allí de maestro, un anciano me dijo: Mamerto era muy buen luchador pero muy presumido y farruco. En Haría cuando desafió al pueblo, un tal Valenciano lo tumbó a la primera y le bajó los humos. Esta luchada hizo amistad entre los dos luchadores que más de una vez se entrenaron en agarradas amistosas.
Me mi abuelo, que cierto día, que venía en su bestia de Arrecife al pasar por Los Valles tocó en casa de Mamerto, y lo recibió el padre; yo, dijo mi abuelo, como pasaba por aquí pensé echar unas agarradas con Mamerto para entrenarme. Mamerto está arando en la montaña, dijo el padre, pero si quieres entrenar yo les digo a mis hijas que se pongan la ropa de brega, y con ella entrenas: luche con las chicas, decía mi abuelo, y salí muy mal parado porque casi siempre me tumbaron. Desde principio del siglo pasado había luchadoras femeninas.
No sé si en el pueblo hay algún poeta con méritos suficientes, para figurar en la historia de la literatura, no me he puesto a averiguarlo, pero si sé que nuestro pueblo tiene alma de poeta, que siempre tradujo en versos, versos populares si queréis, cada uno de los acontecimientos políticos, religiosos o sociales; en las raíces de lo que es nuestro pueblo están los versos. Citaré solamente algunos:
Aquel sacristán mandado por el párroco a pedir para las misas de luz con un verso que decía:
Señores, no me conocen,
yo soy el niño Jesús,
a pedir una limosna,
para las misas de luz.
En las casas de confianza, el pícaro sacristán cambiaba el verso diciendo:
Señores no me conocen,
yo soy el niño Jesús,
a pedir una limosna,
para ese cura gandul.
Los mayores recordamos, cuando en nuestro pueblo habían varias panaderías artesanales, entre ellas la de Barrera, lo que hoy hubiera sido un extraordinario anuncio publicitario, se recitaba en el pueblo:
Si yo estuviera soltera,
me casaba con Barrera,
que hace unas libras de pan,
que dejan harto a cualquiera.
Aquel otro que habiendo comido muchos higos picones, sufriendo al expulsarlos, expresaba su fatiga diciendo:
Yo no quiero más tuneras,
ni que me las nombren quiero,
que me quedó el posadero,
como flor de marañuelas.
Cierto soltero de nuestro pueblo decía respecto a la mujer:
Entender a la mujer es bobería,
nunca el hombre a comprenderla llega,
la más tonta estudió Filosofía con el mismo demonio,
y si porfía, hasta al mismo demonio se la pega.
Y murió soltero.
Podría ser interminable mi relación, pero quiero terminar, con un verso más reciente, de la época de las cartillas de racionamiento, que los mayores recordamos, época en que todos los artículos de primera necesidad escaseaban, y había que comprarlos en la clandestinidad, carísimos. Pues en esa época, un vecino del pueblo, mandó a su sirviente a un comerciante de la localidad con el siguiente verso, aunque el comerciante era enemigo político:
Señor fulano de tal, mi queridísimo amigo,
oiga usted lo que le digo y concédame un favor.
En mi casa hay un cabrito, que me gusta con deleite,
y no me lo como frito porque carezco de aceite,
como sé tiene un bidón de ese líquido preciado,
le ruego me mande un litro de paso con mi criado.
El comerciante, caballero al fin, olvidando las diferencias políticas le mandó el aceite.
Que se prenda fuego a las hogueras, que los diablos bailen entre las llamas, que nuestro patrono San Juan, colme las ilusiones de cada vecino del pueblo. Y yo quiero terminar con una frase que dije al principio del pregón “de parte de la comisión del Ayuntamiento de Haría hago saber que las Fiestas de San Juan han comenzado”.