- Poesías de Nazario de León -
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Fuente: La casa que me habita
LA TIERRA
El árbol tendido siente de golpe un latigazo de luz. El pecho, frágil de acumular ansias, vuelca hacia los nortes todas las esperanzas retenidas a estas horas de la noche. Un lecho de playas y algas ondea al viento cálido sus sábanas de espuma azul para que el esposo -árbol en pie- etenga hasta la eternidad la fragancia sutil de los peces. Y el esposo -hombre en pie como un árbol arranca, a manotazos toscos el cúmulo de estrellas que cabrillean en el cielo y guarda, con cuidado, la que entre todas más rutilante brilla en el célico infinito. La esposa -tierra fértil de enebros y besos- yace, tendido el cuerpo, en el tálamo tibio de algas y piélagos. El árbol -hombre en pie como un esposo se sumerge a intervalos cíclicos de labios en la corteza fina de la tierra -esposa fecunda de sauces- y un tumulto de olas voraces enarbolan sementeras de espumas en el pubis angosto de su talle. El mundo voltea su norte hacia el universo más infinito cuando el hombre se lanza al vacío de brazos, besos, vientres y venas. Mientras la esposa retiene en su regazo los nácares más blancos del Océano, tiende las manos al amado y el árbol cae de bruces, cercenadas las lágrimas sobre la esposa.
Rompe el hombre el llanto de los ojos porque la tierra -fértil de sándalos y azándares- vuelve con un río de abrazos entre sus pechos y cubre silenciosa el cuerpo inerme del poeta.
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