PUEBLOS: Mala > Nazario > Poesías-2
Fuente: La casa que me habita
VIGILIA
Te estoy hablando, mujer, desde la parte acá de la calle, desde este otro lado de la vida: desde aquí. Mira que tengo dos silencios profundos en mis manos y me duelen tanto que a veces he pensado lanzarme, desesperado, hasta esa otra orilla del mundo, pero la tristeza me anega el salto y vuelvo, indiferente, a mi puesto de vigilia. Pronto me haré viejo. Más aún. Y es que los días se me vienen sobre mí sin que logre detenerlos. Me hago viejo sobre todo en las tardes vacías de otoño mientras recupero tu historia. Y la mía -una sombra, apenas, en la pared blanca de ni mente-. Velo el recuerdo de tu carne violenta de espejos, perfecta. Espero. Sólo pienso en el regreso, en el encuentro matinal de nuestros brazos, en el perfil exquisito de tu rostro, en las palabras de tu voz. Trabajo sobre un papel indefinido, organizando alfabéticamente las letras de mi vida: amado, amanecer, amar, amante, amargo, amigo, amor, amadoamargo... tal vez amargoamor. Corazón de sangre, tal vez. Tal vez... mi voz en tu voz, mis brazos en tus brazos, mi recuerdo en tu memoria. Espero mientras escucho el áspero sonido de mis manos cuando trazo tu nombre en las paredes sin fin de la calle, o en la casa deshabitada de mi piel. Me hago viento en tu ausencia y volteo la locura de mi vida arrasando los trigales rojos de mi sangre: como la lava surco los barrancos cubriendo de fuego la garganta sin la voz de tu nombre, como el semen hago florecer árboles en tu vientre de nácar y como el sol te lleno de luz el pulso de la vida. Y ahí muero.
|