PUEBLOS /

 

 

Fuente:  Programa de San Juan 1990
 

Yé, diminutivo, pobre y recóndito, es un pueblo original. Su gente parece que anda sobreviviendo en la lejanía, agobiada de nostalgia en medio de los cerros caserío. Las viñas de Yé son propiedad de gente diversa que no vive en el pueblo, pero cuyas fincas brillan de puro cuidado. Son interesantísimas las sabias defensas para contrarrestar la fuerza del viento, empleando auténticas lunas de piedra negra, geométricos socos, sobre las cenizas negras que cubren la tierra, y que hacen más sobresaliente el verde quemor de las vides, cuyas cepas se extienden y se anillan como raras y caprichosas culebras. Las hojas de las parras se mueven con arpegios de abundante alegría, entretanto en cualquier cercana lejanía vese a los grupos de cabríos y ovinos triscando las humildes florencillas del suelo montaraz. Estos ganados producen el buen queso de Yé, cuya fama se confunde con el de Los   Lajares, que sabe al gusto de la almendra como acontece con el del Cortijo de Órzola.

El pueblo de Yé, negruzco, diminutivo y pobre, antoja una de esas aldeas montaraces que subsisten a través de los siglos como manifestación de vida común, de profundo amor a la tierra y a sus particulares modos de entender la vida y las costumbres.