- J. Domingo Curbelo Martín -
PUEBLOS: Órzola
Fuente: Alternativa Democrática de Haría
Nº 9- Noviembre 2003
J. Domingo Curbelo Martín. Órzola, 1 de abril de 1967
Hablar con José Domingo, (Minguito)
es como dar un paseo por el
campo, es transportarse a lo
autentico, a lo verdadero, es
como si la hierba mojada
reflejara su aroma en el brillo
de sus ojos,
un brillo que casi
refleja cuando hablamos de lo
nuestro, de esas tertulias de
timple, jareas y vino, o de esas
jornadas de protesta contra la
destrucción de nuestra tierra
que terminaban en parranda con
El Colorao, los Corujos y que se
yo cuanta gente de la huerta de
abajo y la de arriba.
Minguito ha hecho del timple su compañero inseparable, hasta le ha permitido que hable por él, porque el timple tiene un lenguaje más hondo, claro, "con el timple puedo decir lo que quiero y nunca me faltan las palabras".
Como muchos tocadores de antes, Minguito aprendió de oído, cada vez que veía a alguien tocando, él aprestaba todos sus sentidos y al llegar a casa hacia vibrar las cuerdas una hora tras hora hasta que conseguía el prodigio. Y así, primero la guitarra, luego el timple o el contrabajo fue descubriendo los secretos vibrantes de nuestra música.
Ha tocado con grupos como
Walquiria Sonic o La agrupación
Malpaís de La Corona en los 80 y
del 90 al 98, donde participó
con requinto y contrabajo en el
único disco de esta agrupación.
Recientemente ha visto la luz el
fruto de años de trabajo, un CD
de arreglos propios, de piezas
de nuestro folklore, un trabajo
individual en el que puso el
timple, la guitarra de
acompañamiento y las guitarras
de relleno "para darle cuerpo a
las piezas musicales". Dirigió
todo el trabajo cuidando el
menor de los detalle, eliminando
el más mínimo fallo. Como
resultado "TIMPLETEO" es un
canto a la tierra y un ejemplo
más de los valores locales que
tanto nos cuesta reconocer por
el afán estúpido de servir al
refranero....nadie es profeta en
su tierra.
Abrió la caja y como una valiosa joya sacó el timple, sus ojos volvieron a iluminarse y al son de una malagueña se lanzó, no dijo una palabra más desde entonces y hasta que nos fuimos dejo que el timple hablara por él y oye, ¡qué bonito hablaba!