PUEBLOS:   Órzola

 

 

Fuente: Lancelot -  Nº 1203-- 11-08-2006

Foto: Memoria digital Lanzarote
 

 

En los Albores de la década de los años cincuenta, Órzola contaba con unos ciento veinte habitantes de forma permanente (269 tiene en la actualidad, según información de Gregorio Barreto, publicado en la edición nº 273 de la hoja del Municipio de Haría, viéndose incrementados en las épocas veraniegas con la llegada de familias procedentes de Máguez y de Ye, que iban a pasar allí la temporada de los baños. Esto hacía que se notara más animación en el pueblo.

Además, ello coincidía con la festividad de Santa Rosa, fiesta que, tradicionalmente, los orzoleños celebraban por todo lo alto, dentro de sus posibilidades. En esta fiesta señalada era el único día del año en que las chicas solían "estrenar" vestido, los cuales, naturalmente era de autoconfección y de pésima calidad.

En aquel entonces, sólo habían dos tienditas: la de Ambrosio, que también tenía anexa una cantina; y la de Emilio, que además de la cantina, tenía un salón donde se celebraban los sabatinos bailes, amenizados con instrumentos de cuerda, cuyo repertorio consistía en interminables isas, folías, malagueñas y pasodobles. Los tocadores eran aficionados del lugar, y la única recompensa eran las copas que les ofrecían los asistentes al baile para que se fueran "entonando."

Como las mencionadas ventas sólo disponían de lo mínimo indispensable, de vez en cuando, en un burro propio o prestado, provisto de las correspondientes alforjas, íbamos a comprar a Máguez o Haría. En Máguez solíamos hacerlo en la tienda de Celestino o en la de Salvador, y en Haría, con más asiduidad, realizábamos las compras en la tienda de Antonia "la del Puente", que tenía de todo como en botica, y en la de López que estaba instalada donde después se convertiría en un salón de baile, llamado, popularmente  "El Canuto".

También, de tarde en tarde, el asno era cargado con un costal de grano tostado, mezcla de trigo y millo, e íbamos a Haría para transformarlo en gofio en la molina de Fernando o en la de D. Gabino. El pobre animal regresaba aún más cargado, yo diría sobrecargado, puesto que, además del costal de gofio, había que añadir las alforjas repletas con la compra propia y con los encargos que, de paso, solían hacer los vecinos.