HISTORIA/ Datos históricos


 

Fuente: Gran Enciclopedia Canaria

Ediciones Canarias 1999

 

El autor del Compendio cita también las fuentes existentes en la isla, de vital importancia si tenemos en cuenta que Lanzarote sufre periódicamente años de ex­trema sequía. Haría contaba con las fuentes de mayor caudal de la isla, como las de Guza, Famara o las del valle de Temisas, y con pozos de buenas aguas; destacaban el de Figono, abierto en el siglo XVI; el de Cristóbal; el pozo de las Vacas; el pocillo de las Mujeres; el de Temala. Haría continuó siendo hasta finales de este siglo la segunda localidad en impor­tancia de la isla, en la que, como indica George Glas* en su Descripción de las Islas Canarias (1764), residía el gobernador de la isla de forma transitoria, probablemente para resolver problemas adminis­trativos.

El crecimiento económico de la segunda mitad del siglo XVIII y primeras décadas de la centuria siguiente, con sus favorables efectos sobre el bienestar relativo de la población, se fundamentó en la tendencia alcista de los precios del grano, el principal producto de exportación de la isla al mercado interinsular durante los años de buenas cosechas; en la ampliación de los enarenados para la producción de millo, papas, hortalizas y frutales; en los plantíos de vides para obtener aguardientes; y, por último, en la expansión de una nueva simiente, la barrilla*, que hizo llegar al lugar de Haría los beneficios de una relación de intercambio con los mercados exteriores. La Estadística de las Islas Canarias de Francisco María de Escolar y Serrano* (1800) permite conocer el alcance de esta actividad productiva. Los cereales, con el cultivo de cebada a la cabeza (11.900 fanegas*), aportaban al lugar de Haría 702.700 reales de vellón, que suponían el 59 por ciento de la riqueza agraria, valorada para toda la co­marca en 1.190.330 reales; seguían las pa­pas, que aportaban el 25,2 por ciento, y la barrilla, de la que se recogían 3.600 quintales (165.600 kg), apreciados en 162.000 rea­les (15,6%). La producción de barrilla se centraba en los pagos de Arrieta y Órzola principalmente. La riqueza pecuaria, en la que predominaban los ganados caprino y ovejuno, se computó en 959.600 reales. Las salinas, propiedad de los señores de la isla, constituían la única industria; su produc­ción se estima en 5.000 fanegas, destinadas a la venta en el mercado interinsular, y su valor ascendía a 100.000 reales de vellón. En resumen, la riqueza agropecuaria e industrial de Haría a principios del siglo XIX ascendía a 2.249.930 reales, y la renta bruta per cápita a 1.126,65 reales. Durante el siglo XIX se produjeron un buen número de cambios que afectaron a la vida de las Islas. Las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos jurisdiccionales por decreto de 6-VIII-1811, quedando desde entonces la administración civil de Lanzarote libre del control de sus antiguos señores. Las Cortes promulgaron también el decreto de 26 de mayo de 1812, que creaba los modernos municipios. La aplicación de este decreto convirtió a las antiguas demarcaciones eclesiásticas en municipios, que se segregaron de Teguise, único mun. hasta ese momento de la isla. En 1835 se había configurado ya el mapa municipal de Lanzarote y Haría formaba parte de sus ocho municipios. El cambio de capitalidad en favor de Arrecife en 1852 (el mismo año en que se produce el decreto de Puertos Francos), que ya desde finales del siglo venía mostrando su importancia portuaria, relegó a Haría, al igual que a los otros pueblos del interior, a una situación de menor protagonismo.

La supresión del régimen señorial y la creación del mun. constitucional abrían una nueva etapa en la historia de Haría. Sus vecinos debían ahora administrar sus recursos comunes con la finalidad de hacer frente a las principales demandas de infraestructura del nuevo ente local, especialmente en lo que respecta a sanidad e higiene públicas y educación. De ahí la defensa del patrimonio comunal durante estos años —frente a las presiones por su desamortización*—, materializada en la oposición que mantu­vieron sus alcaldes al reparto de las tierras comunales conocidas como vegas del pueblo, donde se apacentaban los ganados de los vecinos; en 1845 los terrenos de propios* sumaban un total de siete fanegadas* (9,5 ha.) y su producción contribuía a cubrir los presupuestos municipales, que ascendían a 4.050 reales de vellón.

Pero los años de bonanza económica ha­bían finalizado. Las exportaciones de aguar­dientes a los mercados indianos se redujeron, luego de la emancipación, a unos cortos envíos a Cuba y Puerto Rico; el des­cubrimiento de la sosa artificial en 1840 arruinó la producción de barrilla*; el mercado interior, a pesar del arancel protector para la producción de granos, estaba prácticamente abierto a las importaciones de granos y harinas extranjeros; y, por último, en la década de 1840 se repitieron los años secos. Esta crítica situación depresiva se vio acentuada por las nuevas contribuciones territorial y de consumos y por los recargos que sobre éstas se fijaron para el establecimiento de los Puertos Francos* (1852) y para atender el presupuesto de la Diputación Provincial y las cargas municipales. En definitiva, asistimos a una etapa de rece­sión por causas económicas e instituciona­les cuya principal consecuencia fue una verdadera diáspora en dirección a Cuba, Venezuela y Uruguay; una diáspora que puede medirse, pues frente a la vitalidad demográfica del período anterior, la población de Haría se mantuvo estable entre 1835-1857, en torno a los 2.100 hab.

Se trató, no obstante, de una crisis coyuntural. El cultivo del nopal y su grana o cochinilla* pronto se aclimató en los terrazgos de Haría y la demanda de activos generada por la nueva simiente alivió la miseria campesina, disminuyendo la corriente emigratoria, y cabe incluso pensar en una ligera mejoría en los niveles de bienestar relativo del vecindario. En 1861 el mun. contaba con dos escuelas provistas de maestros interinos. La instrucción pública estaba, según comenta el periódico El Horizonte, mejor que en el resto de municipios, aunque no en cuanto a la asistencia de escolares a los centros, que según Olive era de 58 alumnos entre niños y niñas, y el nivel de analfabetismo se situaba en el 84,9 por ciento de la población.

La crisis de la grana en la década de 1870 estuvo acompañada por reiterados años sequía y malas cosechas, sobre todo entre 1878-1882. Y la población de Haría conoció de nuevo una intensa diáspora, tanto a la capital insular como a Gran Canaria y menor medida a Tenerife, y desde estos destinos una parte de los emigrantes iniciaron el camino hacia Cuba y Venezuela. El drama humano descrito, a cuya solución contribuyeron las remesas de sus paisanos residentes en América, adquiere un mayor significado si tenemos en cuenta que la oferta agraria tradicional del mun., los granos y caldos, sufrían la competencia de la oferta foránea, y que una de las estrategias le reconversión agraria que siguió a la crisis de la grana, el plantío de tabaco, se vio afectada desde casi sus inicios por la competencia peninsular. Quedaron las exportaciones de cebollas al mercado cubano, al tiempo que los enarenados recibían esperanzados un nuevo cultivo exportador, los tomates. Y fueron estas actividades, en el marco de una economía rural caracterizada por un elevado nivel de autoconsumo en virtud del predominio de la pequeña propiedad, las que permitieron que la población de Haría lograra un crecimiento medio anual acumulado de sus efectivos demográficos superior a la media insular durante el primer tercio del siglo XX.

La Guerra Civil y la autarquía* económica, junto con la pérdida de los mercados exteriores, determinaron nuevamente un descenso en los efectivos poblacionales del mun, cuya recuperación se inicia en la década de 1980. Y merece destacarse en este contexto de recesión económica y social la preocupación de su vecindario por la educación. Al finalizar la década de 1940 surgen instituciones privadas que contribuyen a elevar el nivel cultural del mun. Sobresale la labor de Enrique Dorta, fundador de una pequeña academia donde se impartían clases gratuitas de preparación para la obtención del título de Bachiller. La academia fue el germen de lo que en los años sesenta llegó a ser el «Colegio Libre Adoptado de Enseñanza Media de Grado Elemental Mixto», auspiciado por el Ayuntamiento. En la actualidad el mun. cuenta con un Centro de Segunda Enseñanza, diversos colegios de educación primaria, un Instituto de Formación Profesional y una Escuela Hogar. Las fiestas patronales de Haría comienzan en junio, con San Juan, y se prolongan todo el mes hasta el primero de julio, cuando se celebra la fiesta de El Cristo de la Sed. Y entre sus personalidades destacadas merecen citarse a Enrique Dorta, a Francisco Perdomo Cabrera, alcalde que fue del mun. En diversas ocasiones durante el siglo XIX, y a Francisco Franchi Lasso, que fuera maestro de instrucción primaria y secretario del Juzgado de Paz y del Ayuntamiento durante la segunda mitad de esta centuria. [DAGA]

Arte. Haría, enclavado en una encrucijada de caminos, mantiene aún hoy una interesante arquitectura popular. La Iglesia parroquial, perdida a causa de un golpe de viento que la arruinó en 1956, dejando en pié solo la torre, fue construida en 1619 y tiene como patrona a la Virgen de la Encarnación, una imagen esculpida por el imaginero Luján Pérez*. Cuenta también el mun. con una interesante ermita construida en el siglo XVII, cuyo patrón es San Juan. [JAGA]