Historia / Referencias históricas
Fuente: Programa Fiesta San Juan 1997
Fotos: Javier Reyes
La
vida de nuestros mayores puede
decirse que antaño, fue bastante
deficiente, si bien habría que
distinguir a este sector en dos
vertientes, porque en primer
lugar estaban los que tenían
fincas y pagaban peones para
cultivarlas en su todo o en
parte, y luego estaban los
peones agrícolas, que eran los
más, ya que esta gente tenía muy
pocas fincas o ningunas, y
necesitaban trabajar de jornal
para poder sostener a su familia.
Los primeros o ricos del pueblo,
eran pocos y a algunos se les
denominaban "caciques", porque
aparte del poder económico,
también tenían algún poder
político.
Aunque el sector agrícola era muy pobre en nuestro entorno, si bien vino a mejorarse notablemente con el establecimiento del procedimiento de "enarenados" a finales del siglo pasado, lo que parece que primero se experimentó con bagullo en la zona de Las Quemadas, para los propietarios agrícolas la cosa estaba más o menos bien porque podían pagar a un peón o peona con muy poquito dinero, o sea que con un kilo de grano podían pagar un jornal diario, trabajando de "sol a sol", y eso iba naturalmente en detrimento de los que tenían que ganarse el sustento de la familia mediante el jornal, siendo por tanto los jornaleros los que en realidad estaban "aperriados", por los propietarios agrícolas puede decirse que vivían casi holgadamente y muy bien otros.
Vayamos a parte más débil, o sea los jornaleros agrícolas y digamos que esta gente tenía que levantarse algunos muy de madrugada, porque lo primero que hacían era ordeñar sus cabras, ponerle comida y algunas veces hasta cogerle y luego ir a casa del amo para emprender la "jornada de sol a sol", para ganarse un tostón (1,25), o luego dos pesetas, medio duro (2,50) y luego fue aumentando hasta 3 y cuatro pesetas, para a finales de los años 40 llegar hasta 8 y 10 pesetas, lo que podía catalogarse de esclavitud, porque pagaban sin dinero a veces y otras mediante pago en especies, o sea en granos, en equivalencia de kilo de grano por precio de jornal diario, y eso es denigrante.
Digamos que con el poco dinero que ganaba un peón, con ello tenía que mantener a su familia, compuesta muchas de las veces por un número de hasta 10 y más hijos, pero hay que tener en cuenta que muchas veces iba a trabajar también la mujer de peona, especialmente en las zafras de plantar, recoger, escardar, trillar y otras varias formas, quedándose los hijos mayores o las suegras, a cargo de los hijos menores.
Naturalmente que estos peones
aspiraban a comprarse algún "cachito
de tierra", pero no podían
hacerlo con lo que ganaban aquí,
y por ello fueron muchos los
hombres
que tuvieron la necesidad de
aventurarse a emigrar a las
Américas, dejando aquí a toda su
familia, para poder pagar "la
droga" que tenían, porque además
el dinero cogido tenía aplicado
un interés alto y además casi
nadie prestaba dinero si no era
mediante una hipoteca, con todos
los gastos que ello conlleva.
Algunas personas del Municipio
tuvieron la necesidad de emigrar
a América hasta cuatro veces, lo
que es lamentable pero cierto.
Digamos además que antes para cultivar las fincas, algunos propietarios daban "de medias" algunas fincas, pero en realidad muy pocas, porque lo que más imperaba era "al tercio", es decir que el aparcero trabajaba las fincas y luego el dueño cogía dos partes de las cosechas y el aparcero sólo cogía un tercio. Pero más grande todavía es que los propietarios dejaban en manos de algún obrero una finca sin trabajar y éste la trabajaba haciendo paredones, cargando la tierra de unos lugares para otros, distribuir la arena, estiércol y demás, y luego este trabajador sólo tenía derecho a la mitad de las cosechas los primeros años y luego el tercio y algunos trabajos de fincas terminaban en que el que las trabajaba sólo cogía el tercio desde el principio. Parece mentira pero es verdad.
De esta forma y en estas circunstancias llegaron a trabajarse todas las llanuras y laderas de nuestro entorno, con cultivo de arado, y todavía puede apreciarse aunque caídos, los paredones que hicieron nuestros antepasados a finales del siglo pasado o principios de éste, en lo más alto de nuestras montañas. En el gran auge agrícola de la época franquista no llegó a alcanzarse la meta anterior de llegarse con los trabajos a los más alto de las montañas. Hoy el 85 % de nuestras tierras se halla en total abandono.