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Fuente: Diario de Las Palmas

26-09-1917

 

Pocas personas habrán sido tan sentidas, al desaparecer para siem­pre del mundo de los vivos, como D. Rafael Cortés Spínola.

En Lanzarote, en todas las islas del archipiélago, era sumamente queri­do el hombre bueno y cortés, el ami­go consecuente, el sacerdote culto y virtuoso.

No hay persona que al visitar aún por primera vez, el pintoresco pue­blo de Haría, uno de los más importantes y adelantados de la isla de Lanzarote, no haya tenido en la casa del párroco Sr. Cortés, generosa hospitalidad, que no haya sido obje­to de las más finas atenciones y ob­sequios. D. Rafael Cortés, tenía un don de gentes que atraía. Su casa es­taba siempre abierta para todo el mundo, y lo mismo a pobres quea ricos, a todos por igual atendía y obsequiaba.

Para los pobres de su feligresía era una verdadera Providencia. No había infeliz que llamara a su puer­ta, fuere de donde fuere, que no fue­ra en el acto socorrido por aquel corazón de oro.

El padre del Sr. Cortés, nacido en Mallorca, vino a Lanzarote de Juez de primera instancia de la isla. Al cabo de algún tiempo contrajo ma­trimonio con una dama de la distin­guida familia de Spínola de Teguise, y en la histórica Villa (por la qué sentía inmenso cariño) nació el dis­tinguido amigo que acaba de falle­cer.

Muerto su padre, desistió de seguir la carrera de abogado, y llevado de su vocación religiosa, marchó a Las Palmas, a seguir la carrera eclesiás­tica en aquel célebre Seminario (hoy Universidad Pontificia) dirigido en­tonces por los beneméritos padres de la Compañía de Jesús.

En sus estudios, descolló mucho el Sr. Cortés, distinguiéndose mu­cho, por su aplicación, laboriosidad, circunscripción y talento, virtud y ciencia. Ordenado sacerdote, fue destinado a la parroquia del humilde pueblo de Femés en la isla de Lanzarote. En el santuario de San Mar­cial, Patrón de la isla, realizó obras de embellecimiento que aún se muestran a los peregrinos que le vi­sitan y se recuerdan con agrado.

En el concurso de oposiciones a parroquias que tuvo lagar en el pontificado del inolvidable Obispo Sr. Marquina, y en las que se distin­guió mucho el Sr. Cortes, obtuvo en propiedad la parroquia de térmi­no de Nuestra Señora de la Encarna­ción del pueblo de Haría, que había tenido siempre párrocos eminentes como el doctor D. Emiliano Martí­nez de Escobar, y don Juan Mª Gon­zález Ríos, y otros.

Cosa de cuarenta años hasta su muerte regentó el Sr. Cortés la pa­rroquia de Haría, siempre respetado y querido de todos sus feligreses.

Perteneciente a una familia de ar­tista, el Sr. Cortés lo fue en alto gra­do, y tenía mucho entusiasmo por las bellas artes, pues aparte sus vas­tos conocimientos en Teología, Filo­sofía y demás Ciencias Sagradas, era músico, pues tocaba órgano, piano y otros instrumentos, siendo también inteligente en pintura, escultura y arquitectura.

No solamente embelleció su ama­da iglesia parroquial, con artísticos retablos, pinturas y esculturas, al­gunas muy notables obras de sus an­cianas madre y tía, que tanto se distinguieron en estas artes, sino tam­bién las ermitas de la Virgen de las Mercedes, San Juan Bautista y Santa Bárbara, de su jurisdicción parro­quial. Ejecutó obras tan importantes como la torre en donde se instaló el reloj público, donativo de los hermanos Ramírez, hijos de Haría. Al señor Cortés debe este pueblo importantes reformas y obras en el Cementerio Católico, que es hoy uno de los me­jores de la Isla, y el arbolado y em­bellecimiento de la espaciosa plaza de la Iglesia, convertida por iniciativa y desvelos del párroco con la coo­peración del Ayuntamiento, en boni­to paseo, pues el Sr. Cortés era gran protector del arbolado y de los ani­males, como lo prueba el patio de la casa parroquial que lo convirtió en bonito jardín.

Con el Sr. Cortés, que fue varias veces Arcipreste intervino, consulta­ban sus compañeros cuando resol­vían casos de moral.

Aguda enfermedad, que no pudo ser vencida por la ciencia mó­dica de aquí y de Las Palmas adon­de el Sr. Cortés se trasladó buscando alivio, cortó el hilo de su existencia a los 70 años, resignado y contrito. Su muerte ha sido sentidísima en la isla entera, como lo demostró su entie­rro que ha sido una de las manifesta­ciones de duelo más imponentes qué hemos visto, presidido por el Arci­preste y todo el clero de Lanzarote, Ayuntamiento y Comandante Militar de Haría, Delegado del Gobierno, Presidente del Cabildo insular, Al­caldes de Arrecife y Teguise, varias otras autoridades y personas de to­dos los pueblos de Lanzarote.

Descanse en paz el inolvidable sa­cerdote, y reciba su dolorida familia nuestro más sentido pésame.

Un amigo.

Lanzarote, 17 Septiembre de 1917.