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Fuente: La hora ritual
LAS HORAS
Para María Mayo: Recobró esa íntima presencia de un desamor antiguo y el lúgubre bostezo de las horas lascivas bebiendo de un río atormentado. Conoció el peligro de vivir en un tráfico lento de fracasos y miedos que se habían establecido, definitivamente, en su laberinto de isla. Resolvió, entonces, pagar su deuda privando de sol su longitud vital y escribiendo, sobre las palabras, la autoría de su pubertad trémula y aquella adaptación de su juventud a los personajes que apasionaban su edad. Escondía las ausencias de amor, las carencias de luz tibia para salvaguardar su deseo de vivir.
Así nació a la madurez de piedra queriendo iniciarse en el acto de la vida como los actores que ella había visto morir, alcoholizados de amor, en torno a una mesa de juego triangular. Allí eligió las fichas, el arte de jugar, el tablero, el orden de salida, la suerte, las palabras que avanzan soluciones a la muerte, el límite de la partida, la morbidez de la sangre en juego y, de la misma manera, escogió al otro jugador. Se sabía enorme en el valor y publicó, dentro de las redes de malaquita, la intensidad de amar con que conducía su experta navegación de mujer seleccionada para el amor. Construyó, por eso, un mapa angular sobre la superficie geométrica de los océanos y destruyó el marco de una dictadura ejercida a fuerza de olvidar su antigua subsistencia. Asumió, de esta forma, que sobre el pan breve de sus manos caminaría la fruta pacificada con la edad, cuidadosamente labrada, hasta que, vencido el combate, lograra amar tanto amor desamparado.
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