HISTORIA  / Aproximación Hª Haría

 

 

Jorge Glas -(1)

 

Este escocés, a quien le siguió la mala suerte en sus proyectos y tuvo un final terrible, al igual que su mujer e hija, en el viaje a bordo del buque escocés Sandwich, que partió desde Tenerife, en cuyo trayecto fue asesinado y arrojado al mar, a donde también fueron a parar sus mujer e hija, tuvo la intención de establecer una factoría de salazón de pescado en la costa africana, en el llamado puerto de la Mar Pequeña.

 

Le traemos aquí a colación porque en su primer viaje a Lanzarote, dentro de sus posibles relaciones comerciales, entra en el puerto de El Rio y asciende hasta Haría a través de un sendero del Risco.

 

Su recorrido lo describe en su obra Descripción de las Islas Canarias-1764, publicado dos años antes de su muerte, según traducción del inglés, como ya se ha indicado en otro lugar, de Constantino Aznar de Acevedo, entre otras varias existentes. Se refiere a las característica de esta zona, el sendero de acceso a Lanzarote, las salinas, la fuente de Guza, la Graciosa y su uso pastoril en los meses de invierno, el canal del Rio y sus condiciones de navegabilidad, etc., pero lo que aquí vamos a recoger es realmente la relación que tuvo con el pueblo de Haría, las circunstancias que le rodearon, su impresión, las atenciones recibidas y la valoración que hace de la gente del pueblo, que contrasta con la que haría René Verneau un siglo más tarde, con ocasión de su estancia en el Valle de Haría y alrededores, que recoge en su obra "Cinco años de estancia en las Islas Canarias".

 

Señala Glas como "A unas dos leguas en el interior y hacia el sur desde la cima del estrecho sendero del risco de El Río, se halla la ciudad de Haría, la que sigue en tamaño a Cayas. Me figuro que la componen unos trescientos habitantes. Todos los edificios, excepto la iglesia y tres o cuatro casas particulares, son muy humildes y pobres. Cuando yo estuve allí, era la residencia del Gobernador, pero el Alcalde Mayor y los funcionarios de la Inquisición vivían en Rubicón".

 

En este párrafo recoge la posición que ocupaba Haría en el ámbito insular. Le denomina "ciudad" aunque más adelante le califica como pueblo, con unos trescientos habitantes, y por detrás de Teguise, a la que denomina "Cayas", sin que se concrete el porqué de este nombre. Señala de Haría algo que caracterizaría los distintos pueblos de la isla: el carácter humilde de sus casas, la de los campesinos, con la excepción de alguna que otra de mayor esplendor, según las condiciones de la época, pertenecientes a las familias más acomodadas, ya sean agricultores con grandes propiedades, comerciantes o militares.

 

Sitúa en Haría la residencia del gobernador y en Rubicón la del Alcalde Mayor. Seguramente se refiere al Gobernador militar o Jefe de Armas de la Isla, que en esos años recaía en el Coronel Don Rodrigo Peraza de Ayala y Bethencourt, vecino de Haría. Por lo que se refiere al alcalde Mayor, su residencia se situaba normalmente en la Villa de Teguise, sede del Ayuntamiento Insular o Cabildo y no en Rubicón.

 

Entresacamos algunos pasajes de su obra, donde narra su llegada a Lanzarote y su marcha y estancia en Haría.

 

Se manifiesta así:"Cuando llegué por primera vez a Lanzarote, anclamos en el puerto de El Río, desde donde inmediatamente despaché a un mensajero, un pastor que encontré allí, al Gobernador para informarle de nuestra llegada. Regresó el mismo día, trayendo consigo a uno de los criados del Gobernador, con un burro ensillado y una orden de que le esperaba en el pueblo de Haría. En consecuencia, salté a tierra y llevé con migo a un joven de Tenerife. Después de subir la empinada roca por la estrecha senda, encontramos al asno ensillado, esperándonos, el cual monté, y pronto llegamos al pueblo, en donde encontramos al Gobernador sentado en un banco delante de su casa; el cual, al acercarme, me abrazó y me saludó a la manera española".

 

Aquí sitúa al Gobernador en su casa de Haría, que consideramos fuera la persona indicada anteriormente y no el Alcalde Pedáneo, cargo que por esa época recaía en Don Pedro Peraza.
 

Continúa su narración refiriéndose a la vestimenta del Gobernador, en estos términos:

 

"Estaba vestido con un chaleco negro de tafetán, unos calzones de la misma tela, con medias de seda, un gorro de dormir de lino con lazos, con un sombrero de anchas alas caídas. Este atavío le hacía parecer muy alto, aunque en realidad tendría unos seis pies, y parecía tener alrededor de los cincuenta y cinco años".

 

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