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Suministros

 

 

Aunque en los últimos años se compraba en las tiendas, el pan se compraba al principio en la panadería, donde había que hacer colas enormes. Excepcionalmente se hacían mimos, mantecados y otros dulces y también horneaban los que traían los vecinos hechos de casa. También venía "Señora Filomena" con cestas de pan de leña cargadas en un burro; iba de Haría a Mala a por el pan que luego vendía en Haría. Este pan era redondo y de matalahúga, muy rico, y la gente se lo compraba todo. Su precio era entonces de un vellón (1 real).

Los productos se iban a comprar en camello a tiendas de Arrecife, a la tienda de Arencibia y Manuel de la Cruz. Más tarde se iba a comprar a Arrecife en camiones "mixtos" que llevaban personas, paja, cabras, etc. Había productos como jaboncillos, brillantina, alfileres, botones, agujas, etc. de los que se traía "de todo, media docena".

Productos más frecuentes: jaboncillos, brillantina, alfileres, agujas, botones, bolas de "naftalina", pastillas de menta, pan, calabaza, huevos, batata, pescado salado, sardinas en barricas, aceite, vinagre, azúcar, petróleo, betún, alpargatas, jabón de lavar, hilo de carretilla, peines, ron de caña, coñac, cigarros, puros, fósforos, manises con cascara, añil, sal, "reunidos", pimentón, almendras, chocolate, gofio, café en grano, fideos grueso y fino, harina, etc.

Al petróleo se le llamaba mormontina y se pedía un "vellón de mormontina", que era como un litro.

Las bolas de "naftalina" eran para guardar y conservar la ropa de vestir en los armarios.

En la época de racionamiento, el azúcar se conseguía de "estraperlo", y a veces se endulzaba el café con higos pasados. Tanto el azúcar como el aceite se repartían por cartilla de racionamiento.

La sal se recogía de los charcos a la orilla del mar, las barras de chocolate venían en tabletas grandes y se vendían por barritas o trozos, el añil se vendía por cuadradillos o pastillas y se utilizaba en el último aclarado del lavado de la ropa blanca.

Entre los peines que se vendían se vendía uno finito para sacar los piojos.

Las alpargatas eran de dos tipos, las había de esparto y de goma. También había quien se las hacía... le llamaban "soletas" y estaban hechas totalmente de ruedas de camión con tiras que llamaban "crucetas".

El jabón de glicerina era para los niños pequeños. Había jabón "Heno de Pravia" y "Lux".

El jabón para lavar se llamaba "subasto" y era azul "vetiao", venía en barras y se hacía con sebo de cabra y sosa. En Haría había una jabonería del suegro de D. Macario Acosta, que se llamaba Agustín, abuelo del periodista D. Agustín Acosta.

El vino era de cosecha propia o de bodegueros, se traía en barricas y garrafones, en camellos que venían de San Bartolomé o de Ye principalmente, aunque también de toda la zona norte.

El ron de caña venía en garrafones y también en botellas.

El café venía en grano y en sacos, y había que molerlo en molinillos de café que había en las casas. A falta de café se consumía un polvo hecho de judías y arvejas, o también con cebada muy tostada que llamaban chicoria.

El gofio se vendía en el molino y alguna vez en las tiendas.

El aceite venía en latas de 50 litros y se vendía por litros, y cuando no había aceite se sustituía por manteca. Las latas se reciclaban —los jóvenes hacían barquitos con las latas—, pero también se utilizaban como baldes para guindar el agua de los aljibes y pozos.

El pimentón "La Codorniz" venía en latas de 2-3 kg y se vendía por gramos.

El arroz, la harina, el café, el azúcar, la sal y los manises venían en sacos.

Las sardinas se asaban o freían en una sartén en la cocinilla de petróleo, a la que llamaban cocinilla de "fuelle" o de "infiesnillo". El pescado fresco se vendía en las pescaderías. También venían las sardinas embarricadas (metidas en barricas de madera con sal).

En las ventas se compraba "fiao", de manera que todo se apuntaba en una libreta y se pagaba cuando "se vendía algo" o cuando se cobraba el jornal.

Había tiendas donde se repartía el hilo para que las mujeres hicieran las rosetas y con lo que cobraban compraban en esas tiendas.

Existían ventas muy cercanas, en la misma calle, una frente a la otra, con lo cual los tenderos sabían en todo momento si un vecino compraba en la venta de enfrente y no en la suya, por lo que había disputas entre los vecinos y tenderos.               

A la entrada de los pueblos se pagaba el "fielato", un impuesto que se pagaba por pasar productos para la venta. Se registraba todo lo que la gente llevaba. En Los Valles aún existe una caseta donde se pagaba el "fielato" que dependía del Ayuntamiento. Con frecuencia se escondían productos en los camiones para burlar los controles y ahorrarse el impuesto correspondiente.

Era frecuente el pago en especie, normalmente el agricultor que llevaba a la tienda sus productos.

Los suministros o artículos llegaban mediante encargo a través de un transportista con camioneta que los traía de Arrecife. Otras veces algunos distribuidores aparecían periódicamente por las calles del pueblo.

El dueño de la tienda compraba mediante el trueque al suministrador; uno de los artículos de trueque más usados fueron las rosetas de ganchillo o hilo que luego exportaba el que los adquiría.

 

 

 

Los viajes a Arrecife se hacían en el camión de D. Juan Pérez y no se sabía cuándo se iba a regresar. Como se solía decir: "si a Juan Pérez le daba por echarse una partida al envite, todo el mundo tenía que esperar..."

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